Hoy por hoy, en que vemos al mundo movilizarse alrededor nuestro, he sentido publicar un breve resumen de los ancestrales principios cósmicos que regularían la vida humana en este planeta. Aquellos principios, o “leyes”, afirman que somos capaces de “crear” nuestro propio futuro, viéndonos reflejados en el Universo como lo haría una gota de agua en el océano. ¿Es eso posible? Debo decir que este tipo de temas producen una sonrisa burlona en las mentes científicas ortodoxas. Sin embargo, hasta el más escéptico de los hombres de ciencia intuyen, o saben, que hay “leyes superiores” que no se pueden explicar con la teoría mecanicista que ha imperado en el mundo. Supuestamente, los egipcios y otras grandes culturas heredaron este conocimiento de sus padres fundadores, seres legendarios que se debaten entre un origen cósmico o antediluviano. Como fuere, he aquí, pues, el misterio y la enseñanza profunda que encierran los denominados “Siete Principios Universales”. Para muchos, su riqueza y resultados cuando son
comprendidos y llevados a la práctica, son su mejor aval de autenticidad.
Un Universo inteligente
El Universo está construido en perfecta armonía y proyección consciente. Un Universo inteligente que posee múltiples dimensiones y realidades, no sólo la que percibimos con nuestros cinco sentidos. De hecho, la moderna física cuántica explora ese amplio margen de posibilidades que obliga a revisar nuestros antiguos conocimientos científicos y, por si ello fuera poco, nuestra concepción de todo el entorno: desde el Cosmos a nosotros mismos. De acuerdo a las antiguas enseñanzas, tanto el Cosmos como el ser humano, poseen tres importantes aspectos. Un plano físico, un plano mental, y un plano espiritual. Todos están integrados por lo que llamamos habitualmente “energía”.
Sintetizando un poco estos conocimientos, el ser humano se desarrolla actualmente en un plano material, que de acuerdo a estas revelaciones contiene siete dimensiones. Para fluir correctamente en él, el hombre dispone de siete vehículos; es decir, no sólo posee un cuerpo material y denso, sino otros cuerpos sutiles o vehículos de luz para interactuar —aunque muchos no sean concientes de ello— con los diferentes niveles o membranas del plano material donde se desenvuelve.
Muchas escuelas de sabiduría en la antigüedad lo sabían, y así lo enseñaban. Por ello también educaban en la comprensión de siete centros de energía en el cuerpo humano y que permitían “regular” aquellos siete cuerpos y su relación con las siete dimensiones fundamentales. Aquellos centros de energía son llamados chakras —o “ruedas”, en sánscrito— que se ubican desde la base de la columna vertebral hasta la coronilla. Hay mucha información disponible que el lector podrá investigar. La idea es dar una visión global para comprender que todo obedece a un orden preestablecido. Que todo tiene un propósito y una armonía perfecta. Cuando se descubre este conocimiento —y se alcanza su comprensión—, el buscador de la verdad habrá hallado una puerta que le conducirá a un mundo de insospechadas posibilidades. Y como no podía ser de otra forma, existen siete leyes universales para fluir en esta existencia física. A pesar de que hoy en día no constituyen un secreto —puesto que han sido publicadas en un sinfín de editoriales, difundidas en cientos de conferencias y documentales de TV—, lo cierto es que muchos aún las ignoran y quienes creen conocerlas en realidad no las comprenden, y mucho menos las aplican en sus vidas. Integrarse a ellas es fluir en ese Universo inteligente del cual no estaríamos separados. Así lo sintió el astronauta norteamericano Edgar Mitchell cuando estuvo en el espacio en la Misión Apolo XIV. Y desde luego, no fue el único hombre de ciencia en comprender que ese Universo estaba gobernado por leyes superiores “distintas” a las que manejamos en la física.
Por todo ello pienso que es imperante hacer una breve explicación de estos siete principios místicos, indispensables para comprender nuestro paso por este plano.
Los Siete Principios Universales
“Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender. Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría”.
Con estas frases tan intrigantes se inicia el Kybalion, los siete principios universales que, desde tiempos antiguos —que se remontan a episodios desconocidos de la cultura egipcia— han viajado de escuela en escuela, de iniciado en iniciado, para llegar a nuestra época y ser de conocimiento público. Su sabiduría se atribuye a Hermes Trismegisto, el “Tres Veces Grande”. Es bien sabido que sus libros, como el Poymandrés, gozaron de gran autoridad durante los primeros siglos de la Iglesia, y que los Doctores Cristianos invocaban a menudo su testimonio junto con el de las Sibilas, que habían anunciado la venida de Cristo a los paganos. El prestigio de Hermes como un ser de gran sabiduría perduró a través de las épocas. No en vano, Lactancio sostuvo que: “Hermes ha descubierto, no sé cómo, casi toda la verdad”.
Aunque se le asocia con el Egipto antiguo, el nombre de Hermes Trismegisto es de origen griego. Desde luego “Hermes” es un dios griego, conocido también por su denominación romana “Mercurio”. Sin embargo la identidad de aquel misterioso personaje se pierde en la historia, remontándose al Egipto pre-dinástico. Por consecuencia, nadie se pone de acuerdo en aclarar su origen. Por ejemplo, no pocas tradiciones hebreas lo consideran contemporáneo de Abraham. Otros lo identifican con el dios egipcio Thot, intermediario entre Dios y los hombres. Y ciertas fuentes lo señalan, inclusive, como maestro superviviente de la mítica Atlántida.
Como fuere, algunos eruditos opinan que Hermes fue deificado, y otros piensan que no es sino el aspecto humano de ese mismo dios. Quizá, el nombre de Hermes Trismegisto no designa a una personalidad individual, sino que constituye un conjunto de enseñanzas elaboradas en Egipto y enriquecidas a lo largo del tiempo. Y entre ellas se encontraría el Kybalion, aunque nada concreto pueda ayudarnos a demostrar que Thot —o Hermes— haya sido su real autor. Personalmente no me sorprendería, pues Hermes es considerado el padre de la Alquimia, de La Cábala —por cuanto se la habría enseñado en Egipto al mismísimo Moisés—, las investigaciones numéricas y físicas de los pitagóricos, entre otros conocimientos. Haya sido o no Thot el autor del Kybalion, lo cierto es que los siete principios están aquí, y encierran una profunda revelación. Un conocimiento que otrora sólo era privilegio de secretas escuelas esotéricas.
“Los principios de la verdad son siete: el que comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas las puertas del Templo se abrirán de par en par” El Kybalion.
He aquí una síntesis de los Siete Principios Universales del Kybalion:
1. El Principio del Mentalismo.
Su lema es “El TODO es Mente; el universo es mental”. Determina que la mente tiene una capacidad asombrosa para transformar nuestro entorno material a voluntad. El ser humano puede crear lo que cree, y al igual que el Universo puede ser co-creador de nuevas realidades y circunstancias a través de una adecuada concentración, voluntad y sabiduría.
2. El Principio de Correspondencia
Sostiene que “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”. Las leyes de la naturaleza afectan sin distinción: desde una molécula a un individuo, desde una estrella a una galaxia. Este principio enseña que los más grandes secretos del Universo se encuentran codificados en nosotros mismos e, incluso, en la más pequeña partícula. Todo es un reflejo de todo.
3. El Principio de Vibración.
Este principio encierra la verdad de que “Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”. La vibración indica el estado de las cosas. Nunca está detenida, y puede ser afectada por nuestra influencia mental. Por ello la importancia de controlar nuestros pensamientos y el poder creador de la palabra, que es vibración en sí misma y por consecuencia transformadora.
4. El Principio de Polaridad.
Indica que “Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse”. Este principio encierra la enseñanza de que todo en el Universo es dual, y forma parte de un equilibrio.
5. El Principio del Ritmo.
Afirma que “Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación”. Este principio explica que en nuestro proceso de crecimiento pasaremos por diferentes etapas, algunas duras y otras luminosas, y que pueden ser sobrellevadas con equilibrio en la medida que vayamos adquiriendo mayor conciencia, fe y calma. Esto afecta a las personas y a los planetas, es una ley natural.
6. El Principio de Causa y Efecto.
Conocido por muchos como la Ley del Karma —“acción”, en sánscrito”— sostiene que “Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley”. Nuestros pensamientos y acciones son los responsables directos de las cosas que vivimos. Si sembramos nuevas causas —pensamientos luminosos y un accionar positivo— podemos modificar el futuro.
7. El Principio de Generación.
Como los demás principios, encierra una lógica natural: “La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos”. Esta ley nos enseña que todo en el Universo busca su complementació n. Y de hecho, cada ser posee en sí mismo los dos elementos de este principio creador.
De acuerdo a estas enseñanzas, la “combinación” de principios puede generar “nuevas leyes”. Por ejemplo, hoy en día en que se habla mucho sobre la “Ley de Atracción”, popularizada en el documental new age “The Secret”, no se trataría de otra cosa que la asociación del Principio del Mentalismo (creas lo que crees), el Principio de Vibración (lo semejante atrae lo semejante) y el Principio de Causa y Efecto (cosecharás lo que siembres). En otras palabras, la comprensión y aplicación conjunta de los principios dispara otros mecanismos espirituales aún más poderosos. Ése sería el verdadero secreto.
La regla básica para vivir y aplicar estos principios se basa en tres premisas:
1. Una disciplina espiritual de vida.
Si el practicante está atrapado en su vida material, hallándose ajeno a cualquier posibilidad de ser constante y responsable con su camino como ser espiritual, será difícil que pueda ejercer su voluntad plenamente para desarrollar los Principios Universales. La disciplina espiritual fortalece nuestra fuerza de voluntad, y por consecuencia somos menos sensibles a la manipulación.
2. Ejercitación de la mente.
Es un paso lógico y natural cuando uno vive en esa realidad espiritual. La mente es como un “músculo” que necesita ser entrenado. En los Principios Universales la piedra cimiento es la visualización. Una mente débil, distraída, no podría aplicar plenamente las bondades de estos conocimientos. La meditación es una de las herramientas más poderosas para potenciar nuestra capacidad de “ver más allá”.
3. Comprensión de las leyes.
No sólo se trata de fe y luego ver qué pasa. La diferencia entre un aprendiz y un maestro creador es que el segundo sabe por qué y cómo operan estas leyes. Lejos de lo que habitualmente se supone, la fe verdadera se sustenta en el conocimiento. Los “milagros”, por tanto, no son hechos irracionales y alucinantes, sino eventos perfectamente explicados en el mundo espiritual, aunque ignorados en nuestro medio físico de desenvolvimiento. “Saber” los entretelones de cómo ocurren, es parte del camino a la maestría personal.
Espero que este breve resumen de los Siete Principios Universales nos motive a ser más conscientes de todo.
Ricardo González.-por Tahíta ♥-NUEVA TIERRA, NUEVA HUMANIDAD