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jueves, 22 de diciembre de 2011

Historias reales de E.T. en la Argentina: nostálgica invasión

Por José Juan Montejo (*)

El libro de Alejandro Agostinelli propone al lector pasear por unas cuantas historias del imaginario ufológico argentino, y aunque su destinatario natural sea el aficionado o curioso de aquellas latitudes, no cabe duda que muchas de esas historias transcendieron hace tiempo el marco geográfico donde sucedieron y se han ganado el derecho de pertenecer al imaginario ufológico internacional o incluso “universal”, parafraseando un poco a Daniel Riera en el primero de los dos prólogos de la obra.
En Invasores se dan cita desde casos sobradamente conocidos como el de la “teleportación” del matrimonio Vidal o el “encuentro” de los empleados en el casino de Mendoza, hasta otras menos divulgadas entre el público y que al menos para quien escribe han supuesto un grato descubrimiento: me refiero, por ejemplo, a la peripecia de contactados como Eustaquio Zagorski y su aportación a la literatura interplanetaria traduciendo el clásico Martín Fierro al varkulets, o de los hermanos Duclout inaugurando poco menos que la moda de los avistamientos ovni previa cita.

LA LEY DE LAS CUATRO EFES. Para mí, como investigador ufológico especialmente interesado en casos y personajes históricos de la ufología española, constituye una verdadera hazaña que alguien se moleste en hacer lo mismo con casos y personajes históricos de la ufología argentina. Lo de histórico no va como sinónimo de importante, sino de antiguo o incluso olvidado.
Esta clase de rescates tienen sus ventajas e inconvenientes, pero sinceramente pienso que las primeras compensan los segundos personificados en esa “ley de las cuatro efes”, todo un hallazgo del autor: la memoria falta, falla, fantasea y/o falsea con el paso del tiempo. Después de todo, tan agudo enunciado quizás no sea más que una ironía, pero refleja bastante bien el riesgo de enfrentarse a un caso antiguo o “histórico”: en el caso de que los protagonistas vivan, ¿qué es lo que van a contar pasados 30, 40 ó 50 años del suceso que se intenta revisar?, ¿una verdad deformada por influencias externas y reelaboraciones sin fin?, ¿una mentira elaborada con los jirones de la memoria?
Quizás la clave esté en no ser demasiado ambicioso con este tipo de iniciativas, y así la decepción será más leve. Quizás el resultado no sea lo más importante, sino el camino o la propia búsqueda de esos casos y personajes históricos.
Como es lógico, de todo ese proceso se obtienen resultados, en el mejor de los casos en forma de investigación terminada, y muy a menudo como encuestas inconclusas o llegando a callejones de difícil salida. Agostinelli nos ofrece un muestrario de todo ello, así que veamos algunos ejemplos.

PERIODISTA AL RESCATE. La historia del contactado Eustaquio Zagorski y el ufólogo con sotana más carismático de la época en Argentina, el P. Benito Segundo Reyna, es muy ilustrativa: el contactado decía ser de Ganímedes por parte de madre (!) y así recordar el idioma de allí, que llamaba varkulets. Como tantos otros su historia pasó del eco mediático al olvido, pero he aquí que Zagorski escribió diversos textos en su idioma “materno”, entre ellos una versión del Martín Fierro a petición de dicho sacerdote. Y años después, en 1978, parece que ambos personajes visitan a un militar que se halla al frente de un organismo oficial de investigación ovni, el comodoro Santos Domínguez Koch, y como recuerdo el traductor le obsequió un ejemplar autografiado, cómo no, en varkulets. Y como si se tratase de uno de aquellos “libros condenados” de Jacques Bergier, el “Martín Fierro” en varkulets desapareció y pese a los denodados esfuerzos de Agostinelli por hallar el ejemplar del comodoro (fallecido en 2008) o algún otro de los que hay vagas noticias, siguen sin aparecer. El autor apunta un plazo de tres años para el preciado hallazgo, y si él lo dice por algo será. Pero lo importante acaso sea otra cosa, y es la rara fascinación que emana de aquel increíble encuentro entre el contactado, el cura y el militar, ¡lo que hubiera dado el autor, y con él más de un lector, por haber estado allí con una grabadora, o de simples oyentes! Y no sólo quedó de aquel encuentro un libro extraviado fruto de los probables desvaríos de un contactado, sino el propósito del militar por recopilar a partir de entonces versiones y traducciones a otros idiomas del famoso poema gauchesco, trabajo que puso por escrito en forma de libro para disfrute de los aficionados al Martín Fierro. Algo que agradecer al varkulets.

LOS VIDAL: GIRO INESPERADO. Hay otras reencuestas más clásicas, en línea con los propios casos revisados: el del matrimonio Vidal y el “contacto” de Villegas y Peccinetti en Mendoza. Del primero comienza el autor recreando una teleportación televisiva como “broma” a sus protagonistas (1), desvelando así la clave de la más famosa teleportación argentina: un truco publicitario para promocionar una película de la serie Z sobre tangos y marcianas minifalderas que dirigió Aníbal Uset entre 1967 y 1968. ¿Y cuál es el magno, o magro, film que se pretendió lanzar con una falsa teleportación? Pues uno titulado “Ché, OVNI”, clara muestra del cine bizarro argentino, y que sin duda se ha visto superada por su propia publicidad.

La encuesta de Agostinelli aquí ha seguido patrones más o menos tradicionales, cuando uno de sus correligionarios de los años setenta, Alejandro Chionetti, se apiadó de él y le facilitó la pista definitiva: si quería resolver el caso de los Vidal tenía que hablar con el director de cine Aníbal Uset. Así lo hizo, ayudado de un pequeño ardid que no hizo más falta en cuanto logró la confianza y amistad del cineasta, algo sin duda más enriquecedor que la encuesta en sí. Pero había que proseguirla, y una vez ubicada la película se obtuvo su ficha técnica, y de los actores y resto del personal localizó a un secundario, conocido entre la farándula local como El Muñeco Mateyko, para confirmar lo dicho por el Uset, que le habría mandado a un conocido programa de televisión donde se presentó como familiar o testigo del ovni que secuestró al matrimonio Vidal… Pero Mateyko dijo que no sabía nada, y otro periodista que según el director estaría en el ajo ídem de ídem. El investigador tuerce el gesto y con la suspicacia del amigo casi traicionado repregunta a Uset, quien como el viejo sabio que está de vuelta dice “yo hubiera contestado lo mismo” y desgrana su mitad explicaciones, mitad excusas. He aquí una muestra, tal vez inesperada para el autor, de su ley de las “cuatro efes”.

FRACASO UFOLÓGICO, TRIUNFO BIOGRÁFICO. En el caso de los empleados del casino de Mendoza, la situación se presentaba más complicada: un encuentro cercano con humanoides y vestigios en forma de grafismos grabados en la puerta del automóvil de los testigos, marcado por la polémica desde las primeras investigaciones. Hasta se abrió una causa judicial para esclarecer los hechos por las lesiones que sufrieron, y pronto los dos protagonistas, Juan Carlos Peccinetti y Fernando Villegas, se esfumaron tan rápido como los “extraterrestres” que habían visto. Los investigadores del caso, tanto funcionarios judiciales y policiales como ufólogos, siempre estuvieron más o menos localizables, así que el reto consistía en recuperar la pista de los testigos y comprobar si confirmaban las sospechas de fraude que revoloteaban sobre el caso, o si mantenían su primera versión. Primero apareció Villegas, después fue Peccinetti quien dio señales de vida. Y nunca mejor dicho, ya que diversas fuentes lo habían dado por muerto. Cada uno por su lado confirmó que el contacto fue una experiencia real y que vino a cambiar sus vidas, que tomaron unos derroteros ciertamente singulares, más aún en el caso de Juan Carlos Peccinetti que pasó a la clandestinidad del activismo político y guerrillero, protagonizando con otros compañeros de celda una fuga digna de “La gran evasión”. Fernando Villegas también daría con sus huesos en la cárcel, pero como una de tantas víctimas de la dictadura argentina de 1976, aunque en su caso vivió para contarlo. Con personajes así no era posible que la decepción hiciera mella en el ánimo del investigador, a pesar de su insistencia por encontrar grietas, fallos o contradicciones en sus versiones: me parece que los relatos obtenidos, dignos de convertirse en biografías, compensan con creces el aparente fracaso. Aparte del interés extraufológico que tendría contar en detalle esas “vidas paralelas”, quizás fuera un motivo suficiente para nuevas confidencias que den con la solución del caso.

¿HABRÁ SEGUNDA PARTE? En cuanto al criterio de selección, hemos de suponer que el autor no ha pretendido ser exhaustivo y que ofrece al lector estas historias y no otras por razones diversas: unas serán porque estén mejor documentadas, otras porque tuvieron mayor trascendencia en los medios, y las más o todas por el impacto, diversión o aprendizaje que le habrán supuesto.

José Juan Montejo frente a lo que fue la finca La Ponderosa, escenario clave de la saga ummita. Tema del cual Montejo es especialista.

Así que si alguien dice, con igual criterio, que “no están todas las que son”, entonces habrá que animar a Alejandro para que cuanto antes se ponga a escribir una segunda parte donde “estén otras que también son”.

NOTA
1) Sin ánimo corrector ni de aguafiestas, me permito aclarar el dato de la pág. 135 sobre la cadena televisiva española que emitió aquel programa de la serie Inocente, inocente a principios de los ’90, no fue Antena 3 (donde en efecto se emite desde hace unos años) sino la autonómica Telemadrid, al menos para la zona centro.

(*) Licenciado en Derecho y Criminología. Interesado en el tema ovni desde 1980, especializándose en el asunto Ummo. Ha colaborado en “Espacio y tiempo” (dirigida por el Dr. Jiménez del Oso), y en Cuadernos de Ufología y @nomalía de la Fundación Anomalía (hoy Fundación Íkaros), a cuyo colectivo pertenece. En 1990 cofundó el Proyecto FAECOM (Fenómenos Aéreos Extraños de la Comunidad de Madrid) para la catalogación y estudio de la casuística ufológica acaecida en esa región. Hoy se desempeña en la Administración pública.