martes 27 de diciembre de 2011
Guillermo Aguirre |
Su biógrafo y buen amigo, Guillermo Aguirre, nos hizo llegar este emotivo recuerdo escrito:
Domingo 7…
A la noche del 4 de noviembre de 1999 me despedí de Julio con un abrazo. Esa sería la última vez que lo vería con vida.
Volví a verlo -su cuerpo exánime- el día en que se lo inhumó en el cementerio de Chacarita, el mismo barrio en que vivió a su llegada a Buenos Aires, en 1947, a sus 6 años de edad.
A muchos de los que lo conocimos –en mi caso, a nuestros mutuos 16 años- nos parecía imposible, inimaginable, que hubiese muerto. Por muchas razones, pero tal vez principalmente porque Julio proyectaba una imagen de absoluta invulnerabilidad, condición que tantas veces había probado a lo largo de su vida.
La Muerte es inexorable, pero aun sabiéndolo nos cuesta aceptarla cuando no se la espera.
Julio tenía muchas cosas por hacer, todavía. Debía seguir desandando el camino que se trazara cuando era casi un niño, y que lo llevara, tanto a las más remotas profundidades cuanto a las más altas cumbres de la Tierra.
Como debido a la brevedad que impone este medio no es posible reseñar en esta ocasión la vida de Julio, resistiré al impulso de intentar hacerlo aquí, ahora. Sólo recordaré su muerte.
En cuanto a su vida, ya lo hice antes en la biografía que iniciamos juntos y que debí completar en soledad.
Termino evocándolo como creo que él hubiera querido: con una gran sonrisa.
Si hay otra vida, Julio la estará viviendo a su manera: explorando, investigando, haciendo amigos, aventurándose por donde pueda. Y hablará de lo que deba y callará lo que no quiera.
Hasta siempre, Julio.
Guillermo Aguirre
Goyén Aguado, Alfredo Romanelli y Guillermo Aguirre con Anabela Ascar en un programa de televisión en los años '90 http://elsurdelgrantriangulo |