Los últimos estudios realizados sobre el artefacto, hallado en el 1900, podrían revolucionar las teorías sobre el origen de las ideas astronómicas griegas
Cuando en la pascua de 1900 Elias Stadiatos y otros buscadores de esponjas decidieron bucear en las costas de Anticitera, isla diminuta situada a medio camino entre Creta y el Peloponeso, donde se habían refugiado de una tormenta, se llevaron la sorpresa de su vida: no sólo descubrieron un tesoro incalculable de bellísimas esculturas, joyas, armas y muebles de la antigua civilización griega, sino también un enigmático artefacto de bronce que sólo ahora los científicos están terminando de descifrar.
Tras más de medio siglo en el que no atrajo mucha atención y de décadas de investigaciones internacionales, hoy se sabe que el mecanismo de Anticitera, dispositivo que data de alrededor de 150 años antes de la era cristiana, no sólo es una maravilla de ingenio tecnológico y elegancia conceptual que permitía calcular los movimientos de la Luna, el Sol y los cinco planetas conocidos en la época, además de los eclipses y hasta los años en que había juegos olímpicos, sino que podría revolucionar mucho de lo que se daba por cierto sobre el origen de las ideas astronómicas que rigieron nuestra visión del universo durante siglos.
Trabajos firmados por el historiador de la ciencia James Evans, de la Universidad Puget Sound, en Tacoma, Estados Unidos, y por el investigador argentino Christian Carman, de la Universidad de Quilmes, indican que el complejo conjunto de más de treinta engranajes traduciría en un artefacto mecánico las ideas de los babilónicos (una civilización varios siglos anterior a la griega) y, más aún, que dispositivos como éste no serían simplemente el producto tecnológico de un modelo geométrico del cosmos como el que sostenían los filósofos griegos, sino que, por el contrario, pueden haberlo inspirado.
"Es espectacular, porque toda la parte de atrás del aparato es babilónica -dice Carman- y parecería que esa idea de movimientos circulares perfectos, que siempre se atribuyó a los dioses, tal vez no venga de las teorías platónicas sobre el mundo de las esferas, sino de soluciones mecánicas que daban cuenta de la astronomía babilónica. En vez de un origen divino, podría tener otro mucho más práctico. Es asombroso."
El desafío de reconstruir
Las conclusiones, que fueron comentadas en una reciente edición de la revista Nature, surgen de una minuciosa tarea detectivesca cuyos primeros pasos dio en la década del setenta Derek De Solla Price. Cuenta Carman sobre el físico e historiador de la ciencia: "Hizo un esfuerzo descomunal para entenderlo con la tecnología disponible; escribió un libro sobre el tema y propuso una reconstrucción".
En 2000, Michael Wright, curador del Museo de Ciencias de Londres, comenzó a hacer contribuciones muy importantes y postuló que una aguja y una esferita pintada de blanco y negro en la parte delantera permitían mostrar las fases de la Luna y el movimiento del Sol sobre el zodíaco con sólo girar una manijita. La misma aguja indicaba también el día del año.
"En ese momento regía la teoría geocéntrica, que planteaba que el Sol daba una vuelta anual sobre el fondo de estrellas (zodíaco) -explica Carman-. El Sol sale por el Este y se pone por el Oeste todos los días, pero respecto de las estrellas, se mueve un grado por día. Wright también supuso que había una aguja para cada planeta de los cinco conocidos en esa época (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), aunque eso todavía está en discusión."
Los mayores avances llegaron desde 2006 en adelante, cuando el matemático y documentalista británico Tony Freeth, junto con un equipo interdisciplinario que incluía al experto en animaciones computadorizadas de Hewlett-Packard, Tony Malzbender, lograron descrifrar muchos textos deteriorados durante más de 2000 años en el fondo del mar y revelar cómo encajaban los engranajes mediante tomografías computadas.
"Tomaron diez tomografías por milímetro y después pusieron esas imágenes en una computadora para hacer una reconstrucción tridimensional", explica el científico.
Todo esto sugiere que el aparato era como una caja de zapatos de unos 30 centímetros de alto por 20 de ancho, y contenía entre 33 y 34 engranajes dentados, cubiertos de inscripciones en griego.
Sobre la parte delantera, tenía un dial circular con dos escalas concéntricas (una estaba dividida en 365 días y la otra, en 360 grados; tenía las marcas de los doce signos del zodíaco). Las agujas que se movían a lo largo de este círculo mostraban la fecha y la posición del Sol, la Luna, los cinco planetas y las fases de la Luna. Las letras marcadas sobre el zodíaco eran algo así como un índice que permitía saber cuándo salían y se ocultaban ciertas estrellas en diferentes momentos del año.
Sobre la parte de atrás, había dos diales en espiral, uno encima del otro. El de arriba tenía cinco vueltas y un calendario lunisolar de 235 meses, que representaban 19 años, al cabo de los cuales la distribución de las lunas nuevas volvía a repetirse. El de abajo tenía 223 celdas, de las cuales cada una representaba un mes lunar.
"Allí estaban descriptos los eclipses lunares, solares o de ambos, y a qué hora iban a suceder -dice Carman-.En un dial subsidiario figuraban los números 8, 16 y 0, y permitía corregir el ciclo agregándole ocho o 16 horas, según correspondiera." En 2008, también se descubrió que la aguja de un dial secundario indicaba, cada cuatro años, cuándo se producirían los juegos olímpicos. "Esto también es asombroso -agrega-, porque muestra cómo la astronomía y la sociedad estaban vinculados."
Mecánica y astronomía
Ahora, Carman, Evans y Alan Thorndike, agregaron algunos detalles a esta imagen general. "Propusimos que la posición de los planetas no se mostraba con cinco agujas concéntricas, sino con cinco diales subsidiarios -detalla Carman-. Aunque se ajusta más a los conocimientos de la época, esto es algo hipotético, porque no están los engranajes. También postulamos algo muy sencillo, pero que podría tener importantes consecuencias: dado que el movimiento del Sol no es constante a lo largo del año (hay momentos en los que tiene una pequeña aceleración y otros en los que va más lento), se nos ocurrió que tal vez la escala estuviera alterada, de tal manera que cuando va más rápido, las marcas están más juntas y, cuando va más lento, están más separadas. Entonces, la aguja iría a la misma velocidad, pero recorrería mayor o menor distancia. Esto evita tener dos agujas que muestren la posición del Sol y el día del año. La idea es tan simple que debería ser verdad. Pudimos medirlo usando las tomografías de Freeth y cierra tan bien que no puede ser casualidad."
Para comprender la complejidad de este mecanismo, baste con mencionar que fueron necesarios 14 siglos para que apareciera un sistema de sólo seis engranajes en un astrolabio de 1221.
"Tal vez tengamos que repensar las relaciones entre la mecánica y la astronomía -dice Evans en Nature-. Solemos concebirla en una sola dirección, pero probablemente había una interacción mutua." Y agrega Carman: "Esto también echa por tierra la idea de que los griegos eran contemplativos y los romanos, los poseedores de la destreza técnica. Jamás hubiéramos imaginado que una civilización antigua fuera capaz de construir un dispositivo de semejante precisión" .
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