Ricardo González -
Ricardo González en Chichén Itza
Durante estos años la figura de Ricardo González fue creciendo a nivel internacional, y hoy por hoy, es uno de los estudiosos más requeridos por los medios y tal vez más citados, cuando se trata de dilucidar los misterios del mundo subterráneo.
Para quién escribe, se trata de saldar una vieja deuda pendiente, que se remonta a mis inicios con el estudio de la Cueva de los Tayos.
Con los años, aquello que comenzó como una inquietud e intercambio mutuo en cuanto al enigma de los enigmas, se transformó con el tiempo, en una amistad de larga data, la cual continúa consolidándose.
Prolífero escritor, viajero incasable, a pesar de su juventud Ricardo González, demuestra una madurez poco común, así como una humildad y sencillez pocas veces vista dentro de este medio.
¡Atienda el lector!
Muchos de los entrevistados en Crónica Subterránea comparten un patrón común, donde una temprana experiencia ovni marcó el camino posterior. En tu caso personal, esta línea parece seguir el mismo derrotero. ¿Cómo fueron aquellos primeros acercamientos a la fenomenología ufo?
Como mucha gente en el mundo, fui testigo de avistamientos ovni que en un principio no comprendí. Era muy chico. En ese entonces sólo había visto “luces” caminantes en el cielo nocturno de Chosica, a las afueras de Lima. Pero, en 1988, cuando tenía 14 años de edad, la experiencia que tuve fue muy distinta: un objeto concreto, como una suerte de esfera brillante, y a plena luz del día, se movía en silencio hacia el océano mientras yo lo contemplaba, sorprendido, desde el patio de mi casa de Maranga. Me impresionó mucho. Luego, la prensa limeña mencionaría una “oleada” de avistamientos ovni. Es decir, no había sido el único. Así empezó todo. Aunque tuve que esperar cinco años más para lograr el primer contacto mental con “ellos”. Fue en 1993. Y desde entonces he mantenido las experiencias.
Sé que sonará increíble, pero todo esto no quedó sólo en mensajes mentales y avistamientos ovni. Más tarde tuve la ocasión de ver, físicamente, a los tripulantes, constatando que se parecen a nosotros: salvo la gran estatura, podrían fácilmente mezclarse en la muchedumbre que recorre apurada alguna ciudad de la Tierra. No vienen con malas intenciones. Sólo nos observan y, al parecer, esperan que suceda algo importante en el planeta y en nuestra evolución, un acontecimiento que podría afectar positivamente el camino de “ellos”.
Cuando se habla de contacto extraterrestre, tu nombre aparece vinculado como uno de los referentes más importantes. Sin embargo hablar hoy día de comunicación con inteligencias de otros mundos, genera rechazo, y sigue sin aceptarse. La postura oficial a pesar de la aparente apertura de los últimos años, continúa muy rígida en cuanto aceptar la posibilidad de una interacción con estas entidades. Digamos que el escenario mundial sobre el tema ovni sigue sin pronunciarse, en cuanto a la verdadera naturaleza del fenómeno ¿Coincidís?
Mi experiencia de contacto es, desde luego, un testimonio más en medio de muchísimos casos a escala mundial. Por ejemplo, en Perú, ya había testimonios de encuentros cercanos desde los años 60 en medio de los Andes de Ancash, muy documentados y con testigos; y más tarde avistamientos programados con periodistas ya entrados los años 70. Hablar en esa época de contactos con seres de otros mundos era una locura. Y a pesar de que sigue siendo un tema irritante para los escépticos, en la actualidad se disponen de mayores indicios o evidencias que demuestran que “algo” nos está observando.
Incluso hay testimonios de “alto nivel” que lo avalan, como pilotos militares, científicos o hasta astronautas. Por ejemplo, cuando me hallaba en los Estados Unidos el pasado mes de septiembre, vi atónito en la CNN una conferencia de prensa de varios ex pilotos de guerra de Estados Unidos, afirmando a boca de jarro que objetos voladores no identificados habían “neutralizado” silos nucleares en Norteamérica y Reino Unido. Los militares afirmaban que esos objetos no eran humanos, y que correspondían a civilizaciones extraterrestres avanzadas. Pienso que es sólo cuestión de tiempo un pronunciamiento oficial sobre los ovnis que dejará perplejo a más de uno, pues, si bien es cierto en muchos casos se trata de seres de otros mundos, en otros nos enfrentamos ante una realidad “interdimensional” más que física.
Desde un comienzo, tus investigaciones se orientaron al estudio del mundo subterráneo. Esas inquietudes te llevaron a realizar grandes viajes, hacia algunos de los lugares más emblemáticos, centrándote especialmente en las regiones andinas. ¿A qué obedece este interés?
Como te decía, todo empezó con el fenómeno ovni y el contacto extraterrestre para mí. Pero esos seres de las estrellas, en sus mensajes, me sugirieron investigar algunos puntos del Perú que eran considerados sagrados desde tiempos muy antiguos. En medio de esa faena me encontré con el mundo subterráneo. Y sigo en esa senda. Desde hace muchos años he dedicado mis esfuerzos en comprender el enigma de los intraterrestres, su mensaje, y compartir todo ello al mundo.
Se suele relacionar la cuestión intraterrena con el mundo subterráneo, algo que a mi entender provoca mucha confusión. Por ejemplo, el concepto tierra hueca es un término muy empleado cuando se trata de ahondar en estas cuestiones. ¿Cuál es tu posición al respecto?
De acuerdo a lo que nos han dicho los propios seres intraterrestres, a quienes hemos conocido en nuestras expediciones al mundo subterráneo, la Tierra Hueca no existe como tal; es decir, no se trata de un mundo “vacío” con un Sol interno y gigantescas entradas en los polos. He investigado profundamente el tema, y debo decir que hay mucha confusión, desde las polémicas fotografías de la NASA que muestran supuestos agujeros en los polos, al tergiversado y mal interpretado testimonio del aviador estadounidense Richard Byrd. Pero el hecho de que no exista una Tierra Hueca, como se especulaba siglos atrás, no quiere decir que no se encuentren grandes instalaciones subterráneas en la corteza terrestre, que puede llegar a tener hasta 70 km de espesor en las zonas montañosas de los continentes, como los Andes sudamericanos. Los incas, por ejemplo, hablaban del Uku Pacha o el “Mundo Subterráneo”, y se referían con ello a ese reino interno que yace no solo bajo la cordillera andina, sino en muchos puntos del mundo. En todo caso, la cuestión más inquietante no es la existencia de esos túneles o galerías, sino quiénes los construyeron…
Un tema que no puedo dejar de abordar, al hablar del tema subterráneo, es acerca de la Cueva de los Tayos. Te considero una de las personas que más conoce sobre su historia, contando en su haber con dos hitos importantes. El primero, tiene que ver con la expedición que encabezaste en el 2002, alcanzando en el descenso las profundidades del enigmático socavón. Y un segundo logro, y pienso tal vez más significativo, es la conexión que estableciste con Gerardo Peña Matheus, quizás el último eslabón vivo con el extinto Juan Moricz. ¿Qué recuerdos evocás de aquella experiencia?
Es imposible describir brevemente todo lo que vivimos allí. Fue un viaje muy especial. Y a diferencia de otras expediciones, que van a la Cueva para visitarla por unas pocas horas, nosotros tuvimos la ocasión de estar mucho tiempo con la comunidad Shuar y conocer sus creencias sobre la Cueva. Además, en el mundo subterráneo de los Tayos, permanecimos tres días enteros recorriendo sus túneles e inmensos salones. Moricz no estaba mintiendo: allí existen pasillos, dinteles, paredes y habitaciones “artificiales”. Pero hay que adentrarse en el laberinto para ver las principales edificaciones, que se muestran, en su mayoría, en ruinas.
Pero lo más importante de esta expedición de agosto de 2002, es que fuimos testigos de algunos fenómenos extraordinarios dentro de la Cueva. Entre ellos la aparición de una luz blanca que acompañó al grupo y que esgrimía un comportamiento inteligente. Los siete integrantes de la expedición la vimos, incluyendo un nativo shuar, José Saantz. Su preparación en el ejército ecuatoriano como comando no le preparó para ver “aquello”. No obstante, no sería todo. Lo más increíble fue la visita de unas pequeñas criaturas, de 1.20m de estatura, de cabeza ligeramente más grande que el cuerpo, de ojos oscuros y piel plateada y terra-cotta. Se desplazaban con agilidad en los túneles, evitando el contacto directo con nosotros. Lucían tímidas, y les molestaba la luz si se les alumbraba con las linternas. Al parecer, son nictálopes. Notamos claramente que eran inofensivas. Los shuar las conocen, las llaman “Sunkies”. Serían los guardianes de los túneles…
La existencia de estas criaturas pone en segundo plano la presunta Biblioteca Metálica que habría visto Moricz y Goyén Aguado. Explicaría el verdadero interés de algunos científicos en acudir a los Tayos, incluyendo el grupo de biólogos que fue con Neil Armstrong a la Cueva en 1976. Según algunas fuentes que manejo, capturar una de estas criaturas vivas, era un plan secreto que ni la misma expedición ecuatoriano-británica conocía. Peña-Matheus, el abogado y amigo íntimo de Moricz en Guayaquil, me confirmaría algunas cosas. Entre ellas, que Moricz también había visto a esos seres pequeños del Reino Subterráneo, y que gracias a ellos llegó hacia los “Taltos” y la Biblioteca Metálica. Los Sunkies deben cumplir un papel muy importante en el ingreso al mundo intraterrestre, pues muchas culturas indígenas de todo el mundo los representan en petroglifos o arte rupestre cerca de los accesos a esos santuarios que yacen ocultos bajo nuestros pies.
Continuando con Tayos. Es notable la cantidad de atención que sigue generando hoy día. Recientemente la cadena Teleamazonas del Ecuador le dedicó hace unas semanas, un importante segmento, y son innumerables las expediciones, así como documentales y artículos que siguen pendiente de la cueva andina. Sin embargo se percibe cierta frustración por no poder penetrar en su verdadero secreto, pronto a cumplir cuarenta y cinco años sin resolución. ¿Cuál es tu lectura sobre el enigma Tayos?
El tema pasa porque todas las iniciativas de estudio en los Tayos, sea por parte de la televisión, o de algún investigador independiente, son apuradas y mal planteadas. A esto hay que sumar que la comunidad shuar está más reacia a que alguien extraño baje a la Cueva o a cualquier otro acceso similar en la zona que protegen. Si lo permiten, solo dejan que veas los primeros metros del túnel. Me parece bien que cuiden las entradas. Cuando el misterio de los Tayos se tenga que dar a conocer finalmente, será en el tiempo de “ellos” y no el nuestro.
Pienso que el enigma de la Cueva de los Tayos demostrará que existieron avanzadas civilizaciones en el mundo antes que Egipto, Sumeria o la India. Y que esa “cultura madre” escondió sus archivos de conocimiento en “Arcas subterráneas” emplazadas en distintos puntos del planeta. La Cueva de los Tayos es solo una de esas “Arcas”. He explorado otros enclaves de todo el globo en donde creo existen esos depósitos de información, como el Titicaca, Cusco, Paititi, la Sierra del Roncador, Roraima, Guatavita, Mount Shasta, Sinaí o el desierto de Gobi. Todo ello estaría entroncado con la vieja creencia budista de “Shambhala”.
Otra de tus grandes pasiones es la búsqueda de la Hermandad Blanca, algo que en lo personal me identifica, siendo una de mis metas comprobar la posibilidad de su existencia. Esta inquietud te llevó a realizar un increíble viaje hacia Mongolia, quizás el centro espiritual por excelencia más importante del planeta. De algún modo retomaste el camino emprendido por Nicolás Roerich en el siglo pasado, quién también tuvo a esta búsqueda como prioridad. ¿Podemos hablar de un antes y después, en la vida de Ricardo González?
La Hermandad Blanca existe. Es la sociedad subterránea que Moricz llamaba “Taltos”: los descendientes de aquellas civilizaciones perdidas “pre diluvianas”. Sí, suena increíble. Pero luego de que me encontré con uno de estos mensajeros, en una expedición a las selvas del Manú en Perú, supe que la ecuación mundo subterráneo-láminas con símbolos-guardianes de registros, no era imposible.
En agosto de 2007 viajé con un grupo internacional al desierto de Gobi, donde 200 años atrás un monje mongol halló una puerta “dimensional” que ha sido visitada en secreto por un sinnúmero de personalidades, como científicos de la National Geographic o el mismísimo Dalai Lama. Esa puerta de luz conecta con uno de los “santuarios espirituales” de la Hermandad Blanca o “Señores de Shambhala”. Ciertamente, Nicolás Roerich se refería a ellos y su vinculación con una extraña piedra de poder llamada “Chintamani”, un objeto sobrenatural que recuerda, sospechosamente, la Diosa Umiña o esmeralda perdida de los incas, y la versión medieval del origen del Santo Grial. En medio de esta avalancha de revelaciones, hallé una serie de claves que me han mantenido ocupado en su investigación estos últimos años. Como hablaba con Daniel Entin en Nueva York (Director del Roerich Museum), la “llave” para entender este gran puzzle son los lienzos del pintor ruso y su mensaje oculto.
Roerich recorrió el desierto de Gobi y las montañas del Altai. Ignoro si conoció la puerta dimensional que custodian actualmente los monjes del Monasterio de Khamar, pero esos viajes por el corazón de Asia le cambiaron profundamente. No me sorprende. Nuestra expedición a Gobi fue, tal como dices, un antes y un después para nosotros. Al menos, para mí ha sido así. Mi visión de las cosas, del contacto con estos seres, de todo, ha cambiado 180 grados. He redescubierto que estas experiencias son mucho más profundas de lo que se ve en la “superficie”. Hoy trato de transmitir esa visión, donde uno debe ser más libre en su camino místico o de investigación. Alejarse de viejas formas o esquemas que no encajan con la época que estamos viviendo, y con lo que viene. Es momento de un cambio que nos lleve a otra etapa, más auténtica y espiritual, pero no menos sensata y coherente.
La Exopolítica se viene estableciendo como la corriente dominante, en cuanto al tema ovni. Sin embargo, sus argumentos no parecen convencer a la mayoría del público, criticándose su falta de rigurosidad en cuanto a datos, algunos de los cuales resultan muy disparatados. ¿Como contactado, te identifica el movimiento, o sentís la discusión de fondo está mal planteada?
He tenido la oportunidad de charlar sobre ese tema con el Dr. Alfred Webre. Pienso que el término “Exopolítica” solo le pone nombre y apellido a esa vieja iniciativa por comprender cómo sería nuestra relación con sociedades extraterrestres avanzadas. Comoquiera que sea, no me atrevería a decir que la actual Exopolítica está mal planteada, sino que aún se está estructurando en su proyección a futuro. Ya el tiempo pondrá los puntos sobre las íes sobre su aportación, o la autenticidad de esas extraordinarias afirmaciones que hablan de experimentos secretos y bases humanas en Marte. Pero no formo parte de ese movimiento. Tal vez porque nuestra experiencia de contacto nos hace ver las cosas de forma distinta.
A pesar de tu juventud, se te considera uno de los escritores más prolíferos dentro del medio, con unas cuantas obras publicadas, que se inició con la redacción de Los Maestros del Paititi. Actualmente estás presentando el flamante Intraterrestres, continuación de una línea iniciada en Uku Pacha, quizás una de las mejores guías sobre enclaves subterráneos. ¿Se trata de una continuación, o estamos ante una mirada nueva acerca del enigma de los enigmas?
Ambas cosas. Inicialmente pensaba en reeditar “Uku Pacha”, pero desde aquel momento de su publicación (año 2002) al día de hoy, ha corrido mucha agua bajo el puente: nuevos viajes, experiencias, y desde luego abundante información sobre los intraterrestres y sus reliquias de poder. Aunque parte de esos datos estaban circulando en internet a través de nuestros artículos y reportes, sentí que debía unir todo ello bajo un hilo conductor que explicara, en un mejor contexto y de la forma más objetiva posible, lo que significa el enigma del contacto con el mundo subterráneo.
Así nació Intraterrestres. El libro no solo habla de la Hermandad Blanca y sus santuarios sagrados en el mundo, sino que buena parte de la investigación se centra en el misterio de los 13 discos solares de poder y la piedra de Chintamani, objetos imposibles que parecen haber sido sacados de un relato de ciencia-ficción, pero que de acuerdo a nuestra experiencia y observaciones, es un legado real de los “Señores de Shambhala”. En el libro, también, narro nuestra expedición a la Cueva de los Tayos, la aparición de los Sunkies, y los recientes viajes al Gobi (2007) y Roraima (2009).
Para concluir. ¿Qué le recomendarías a las nuevas generaciones que se inician en este camino?
Que no sigan a nada ni a nadie. Que sean libres. Que investiguen y cuestionen todo. Así sacarán sus propias conclusiones. Y al final, como siempre ocurre, verán que ese camino no les llevaba fuera, sino dentro de sí mismos. Esa es la caverna más misteriosa que ningún espeleólogo se atreve a descubrir. En ella está el verdadero secreto.
Ricardo González, infinitas gracias!
Un abrazo enorme desde Barcelona.