Los agujeros no son solamente vórtices destructores que acaban con todo lo que encuentran a su paso; astrónomos proponen que sin el desequilibrio que traen consigo, las estrellas nunca se hubieran formado.
Una de las primeras ideas que se asocian a los agujeros negros, esas inmensas aspiradoras cósmicas, es, justamente, la de destrucción. Sin embargo, astrónomos australianos e ingleses proponen lo contrario: que los agujeros negros pueden ser inmensos atanores donde se gestan las estrellas.
Según estos astrónomos (coordinados por Stanislav Shabala, de la Universidad de Tasmania) en las proximidades de la galaxia Centaurus A se localiza un agujero negro supermasivo que estaría ayudando en la formación de nuevas estrellas.
Como sabemos, los agujeros negros “supercargan” el material que los rodea para después expulsarlo en oleadas, mismas que impactan el gas con que se forman las estrellas y que está por doquier en la galaxia, calentando y comprimiéndolo conforme ambos —el gas y el material expulsado del agujero negro— se encuentran.
Así, parece ser que sin dichas oleadas de destrucción de los agujeros negros, el gas nunca estaría lo suficientemente comprimido como para iniciar el proceso que da lugar a nuevas estrellas. De acuerdo con Shabala, esto fue particularmente importante en las primeras etapas del universo, cuando las galaxias eran densos sacos de gas esperando únicamente el desequilibrio decisivo y necesario para iniciar la fusión de la materia.
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