Revolución, en la era digital
Débora Goldstern
Hace unos días hablando con un amigo cordillerano Rodrigo Cantillano, sobre las revueltas estudiantiles en su país, éste me trajo a colación un viejo libro de los 80’, La Conspiración de Acuario, de Marilyn Ferguson.
Debo confesar apenas lo recordaba, siendo un libro que en su momento no me causó demasiado impacto, quizás por su mensaje positivista. Sin embargo hoy al retomar su lectura, encuentro que sus palabras tienen absoluta vigencia, abandonando su posición de libro “olvidado”, para transformarse en escrito de cabecera.
"Las redes y pequeños grupos que surgen y proliferan por todo el mundo operan de una forma muy semejante a como lo hacen las redes de conexiones en el cerebro humano. Así como unas pocas células pueden producir un efecto de resonancia en todo el cerebro, introduciendo un orden en la actividad del conjunto, así también la cooperación entre esas personas puede ayudar a introducir un principio de coherencia y de orden, susceptible de cristalizar en una más amplia transformación. Toda una serie de movimientos, redes y publicaciones están reuniendo a gente de todo el mundo en torno a una causa común, y con su tráfico de ideas transformadoras están esparciendo mensajes de esperanza, sin esperar a que algún gobierno las apruebe. La transformación no tiene patria”.
Otro párrafo decía: “Los conspiradores, cualesquiera que sean sus niveles sociales o su grado de sofisticación, están ligados entre sí, emparentados por sus descubrimientos y «terremotos» interiores.
Uno puede sobrepasar antiguos límites, superar inercias y miedos pasados, y alcanzar niveles de plenitud que parecían imposibles descubrir raudales de posibilidades, de libertad y de cercanía humana.
Se puede ganar en productividad y sentirse más cómodo y confiado en medio de la inseguridad. Los problemas pueden sentirse como retos, como ocasiones para renovarse, más que como fuentes de estrés. Actitudes habituales de autodefensa o de preocupación pueden desmoronarse. Todo puede ser de otra manera”.
“Cierto que, al principio, la mayoría ni siquiera se proponía cambiar la sociedad. En ese sentido, se diría que es una especie de conspiración muy poco apropiada. Pero empezaron a darse cuenta de que ellos mismos se habían ido convirtiendo en revoluciones «vivientes». Tras haber experimentado serios cambios personales, se encontraron a sí mismos replanteándose todo, cuestionándose antiguas evidencias, viendo con nuevos ojos su trabajo y sus relaciones, la salud, el poder político y los «expertos» en la materia, sus objetivos y valores en general”.
“En cada ciudad, en cada institución, se han ido fusionando en pequeños grupos, formando lo que alguno ha llamado «inorganizaciones nacionales». Algunos conspiradores tienen una aguda conciencia del alcance nacional, e incluso internacional, del movimiento y tratan activamente de vincular a otros al mismo. Son al mismo tiempo antenas y transmisores, escuchando y comunicando a la vez. Actúan como amplificadores de las actividades de la conspiración por medios muy diversos, como crear nuevas redes, editar folletos, sistematizar e integrar los nuevos campos de posibilidades en libros, conferencias, programas escolares, y hasta en sesiones del Congreso y en los medios nacionales de difusión”.
Aunque el texto pueda clasificar entre la literatura de nueva era, hoy más que nunca sus enunciados un tanto idílicos y esperanzadores, encuentran eco dentro de este nuevo paradigma milenerista, donde voces aisladas comienzas a reagruparse, despertándose como si de un extraño letargo se tratara.
Iniciada en los 60’, esta revolución hoy vuelta a la vida en cuanto a reclamos sociales y gritos de guerra, pone en jaque nuevamente los “valores políticamente correctos”, “valores”, a los cuales rechaza y cuestiona, luego de casi cuarenta años de consolidación neoliberal, empujada por la globalización.
Como sabemos los 60’ fueron el puntapié en cuanto a nuevos aires, los cuales sin embargo no prosperaron en cuanto a reformas más intensas, fagocitado por un sistema que rápidamente contraatacó en el seno del mismo, transformándose con el tiempo en un recuerdo acerca de una década trunca, que no pudo llevar ese incipiente movimiento hacia un próximo escenario.
Con la instalación de la era digital, la comunicación rompió barreras, definiendo nuevas maneras de interrelación, así como enfriando la percepción afectiva, reducida a un interior de difícil acceso. La consigna de la era supone compromiso, sí, pero a un costo bajo que no afecte la propia vida, después de todo, alcanza con un click y teclado para manifestar “signos solidarios”.
Sin embargo paralelamente a una generación tecnificada, tenemos otra generación, a la cual no le alcanza pontificar desde el escritorio, y que requiere para manifestarse involucrarse de lleno en los conflictos, aplicando el viejo método de “salir al ruedo”, aunque eso signifique recibir “palos y gases”.
La actual crisis mundial, pone en jaque nuevamente estos paradigmas y hace preguntarnos hasta que punto podemos seguir impávidos, antes los sucesos que día a día vienen desarrollándose en el planeta. El derrumbe económico producido por un concepto de “no producción”, así como la panacea capitalista de “gastar para nutrir el sistema”, está eclosionando, y puede arrastrar a su paso todas nuestras esperanzas si no comenzamos a reaccionar, dejando de ser espectadores pasivos escudados tras nuestras pantallas digitales, para comenzar a participar activamente, aunque eso signifique renunciar a los “ficticios adictivos” que mantienen a raya cualquier trastoque de cambios estructurales.
Se dice que este es el tiempo donde algo se está incubando, tiempo, de profecías autocumplidas. Nuevamente La Conspiración de Acuario tiene la palabra:
“Según una leyenda de la antigua corriente mística judía conocida como cábala, en cada generación nacen unos seres migrantes, almas procedentes de un orden superior. Son los «niños de la cámara de los anhelos», también conocidos como tohu, el estado de caos, y están destinados a desencadenar la evolución. Estos espíritus rebeldes, inquietos y alienados, insatisfechos con «las relaciones y las verdades superficiales», ofenden las buenas maneras de la época”.
“Al final de los tiempos, cuando se procede a rehacer el mundo, un número todavía mayor de esos espíritus caóticos llega para agitar el status quo en sus raíces. Pero la cábala dice que no debemos temer esos tiempos, pues lo único que hacen los espíritus es liberar la energía de las formas moribundas. Emergerá una nueva casta, «los maestros de la construcción», los cuales centrarán el fuego de la revolución en mejoras prácticas”.
Llegó la hora de accionar!