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domingo, 7 de agosto de 2011

Abducciones ET 2da Parte .-

Abducciones ET
2da Parte

SECUESTRADA POR OVNIS, BAJO HIPNOSIS

Consultorio de Budd Hopkins. Carol y Alice, otra abducida, van a llegar pronto. Mientras Budd y John Mack las esperan, hablan sobre la experiencia de Carol en el parque estatal de Virginia Occidental. A Mack le llama la atención el hecho de que Carol volviera del secuestro sin su bombacha. Budd le asegura que la falta de una prenda de vestir como ésa no es nada raro, que él ha tenido otros casos de mujeres abducidas que volvieron sin esa prenda o, más extraño todavía, con los calzones de alguna otra mujer.

John Mack (izq.) junto a Budd Hopkins (der.).-De izquierda a derecha: Ted Bloecher, David Jacobs y Budd Hopkins.

Primera foto: John Mack (izq.) junto a Budd Hopkins (der.). Segunda foto (de izq. a der.): Ted Bloecher, David Jacobs y Budd Hopkins.

Mack le pregunta a Budd si sospecha que estos fenómenos puedan tener algún otro origen que no sea el declarado, aclarando además que al decir “extraterrestre” emplea un término genérico para referirse a lo que sea. Budd responde que está convencido de que no se trata de fenómenos autoproducidos, y que con Carol y Alice no tiene dudas previas.

Mack pregunta sobre el insólito caso de la hoy famosa nieta de Carol, Stacy, y cierta “bola de luz que permitía que la niña atravesara las paredes”.

Budd cuenta: “He tenido docenas de casos como ése, y hay que ser cuidadosos. Porque si admitimos que alguien pueda atravesar flotando una ventana cerrada o que una nave pueda viajar a miles de kilómetros por hora y frenar sobre un centímetro cuadrado sin desacelerar, una vez que uno ha aceptado estas cosas, entonces se queda sin piso bajo sus pies en términos de la física convencional”.

Suena la campanilla de la puerta. Carol y Alice ya llegaron.

Durante los primeros treinta minutos, Budd y las dos mujeres hablan del rumbo que tomará la investigación, y Budd decide hipnotizar a Carol. Quiere explorar el acontecimiento que desencadenó su ocultamiento en un armario durante su niñez.

De los 69 casos estudiados por John Mack, el investigador ha sometido de una a siete sesiones de hipnosis a 40 de ellos.

Antes de hipnotizar a Carol, Budd Hopkins quiere establecer quién estaba en la casa con ella cuando tuvo su experiencia infantil en el armario. Carol le dice que la acompañaba su hermanita de 18 meses, Mary, y que sus padres tenían que haber estado también.

Budd le pregunta si ella se metía algunas veces en el armario para jugar. “No, allí me metía para sentirme segura”, responde Carol, y cuenta que su padre recuerda haberla encontrado varias mañanas dormida dentro del armario, tapada con la ropa que había descolgado de las perchas. “¿Usted se protegía de la luz?”, le pregunta Budd. Carol explica: “No recuerdo haber tenido miedo de nada que se pudiera ver, salvo la luz. Tenía miedo de que, si la luz me tocaba, ‘ellos’ pudieran hacer algo, no sé qué. Sólo me sentía segura si podía evitar que la luz me tocara. Por eso me encerraba en la oscuridad”.

Budd analiza cuál podría ser el “lugar seguro” de Carol durante la sesión de regresión hipnótica, y ella comenta que cuando hace relax mental ve “una habitación redonda que está en un sótano. Allí hay un sofá grande y cómodo, y me siento en el sofá y tengo una perillita, y cuando quiero mirar algo aprieto la perilla y abro unas cortinas. Eso parece ser muy seguro... pero eso no existe”.

Budd dice que el “lugar seguro” de Carol tiene demasiadas semejanzas con el interior de un plato volador. “¿Y qué tal un jardín?”, le pregunta a la mujer. “Adoro los jardines”, dice Carol, y Alice se ríe.

Luego Carol se recuesta en el diván y las luces del estudio son atenuadas. Budd se sienta detrás de la cabeza de Carol. Alice ha sacado un tejido y se cruza de piernas en el suelo, cerca de los pies de Carol. Mack se sienta a la derecha de Budd, en un lugar desde donde puede ver y oír perfectamente a Carol.

SE INICIA LA SESIÓN HIPNÓTICA

Budd se inclina hacia adelante. Su voz es baja; habla lentamente mientras sigue describiendo el cuerpo relajado de Carol, llevándola cada vez más profundamente hacia un sueño hipnótico.

No han pasado diez minutos cuando Budd ya está seguro de que Carol se encuentra “dormida”. Y entonces la lleva a su “lugar seguro”: el jardín. Le dice: “Es una soleada mañana de verano, todos los rosales están en flor. Quiero que usted se vea en este jardín. Está disfrutando, simplemente, este increíble cielo azul, el calor del sol sobre la piel, las fragancias. Todo es tan increíblemente hermoso”, etcétera.

“Y en este estado de relajación profunda, con su mente bien alerta, quiero que usted vuelva atrás en el tiempo, que regrese muchos años atrás, cuando usted era una niña muy, muy pequeña; cuando vivía, en esa primera casa en... (Budd echa un vistazo a sus notas), en Cornwall, Maryland. Quiero que se mire al espejo, y se vea una niña muy pequeña. Una nenita de tres ó cuatro años... Usted vive en esa casa, donde comparte su habitación con Mary. Pero hay una corriente oculta en ese rostro, porque no todo anda bien. Hay otras cosas allí, como en cualquier chico. Usted puede ver en esos ojos y ese rostro otras cosas que no son tan apacibles... Observe esa imagen de usted misma en el espejo, reviva la experiencia de entrar en su casa. Está subiendo la escalera hacia su habitación. Todo es grande. Los escalones son grandes y empinados, porque usted es muy pequeña... Llega a su habitación, la habitación que comparte con Mary, y mira desde la puerta, sin entrar, en este día soleado... Ve, ahora, cómo está dispuesta esa habitación...”

Aquí Budd empieza a dar nuevas instrucciones a Carol: “Mientras usted mira esa habitación, quisiera que me respondiera algunas preguntas. ¿Ve usted una única cama, o hay dos camas allí?”.

“Dos”, dice Carol, con una impresionante voz: ¡la de una nena de cuatro años!

“¿Hay un armario en la habitación?”, sigue Budd.

Carol: “¡Aja!”

Budd dice: “Ahora, mientras entra en la habitación y puede ver el ropero, puede ver también la cama de Mary, y puede ver su cama. Dejemos, ahora, que oscurezca en la habitación. Se está haciendo la noche, y a la noche una nenita como usted tiene que irse a la cama. Mary también tiene que ir a la cama...”.

Budd hace una pausa para darle tiempo a Carol que pase a la noche, y luego sigue: “Quiero que se acueste. Mamá y papá llegan para ver si ustedes se acostaron. Ahora las arropan... Y llega el momento en que usted está sola en su cama. Mary está allí, y todo está muy, muy tranquilo en la pieza. Y en determinado momento, Carol, va a aparecer algo que va a asustarla... Usted lo sabe, porque usted se metía en el ropero para estar segura. Pero no sabemos todavía qué es lo que la asustaba. Quizá fuera un mal sueño; quizás oyera un ruido que no pudiera entender. Pero usted sabe qué es lo que la asustaba, lo que la llevaba a esconderse. Usted está acostada en su cama, y sabe qué va a suceder cuando yo cuente hasta tres porque, sea un sueño o un recuerdo o lo que sea, todo tiene un comienzo, un primer momento en el que usted siente que algo es diferente. Algo va a cambiar aquí, y usted va a sentirlo”.

Budd cuenta hasta tres y Carol no habla. Su cabeza se mueve hacia uno y otro lado, inquieta. Su respiración se acelera más y más, ya está casi sollozando.

“¡Ohhh, papi!”, gime Carol.

“¿Qué estás viendo ahora? ¿Por qué llamamos a papi?”, pregunta Budd.

“¡Vinieron los gatos!”, exclama Carol, aterrorizada.

Budd: “¿Qué gatos? ¿Dónde?”.

Carol: “¡En la ventana!”.

Budd: “¿Cómo son? ¿Tienen lindos bigotes?”.

LOS GATOS EN LA VENTANA

“Son gatos y miran por la ventana”, responde al fin. “¿Y cuántos gatos hay ahí?”, pregunta Budd. La respiración de Carol se agita otra vez. Sacude la cabeza y murmura entre dientes: “No, no quiero mirarlos, por favor”.

Budd: “Bien, entonces vas a cerrar los ojos. ¿Listo? Ahora quiero que me digas cómo se siente tu cuerpo ¿Tenso, relajado?”.

Carol: “F-f-frío”.

Budd: “¿Frío? Es verano, hace calor, Carol”.

Carol: “Siguen en la ventana y... y... ¡y no puedo despertar a Mary!”.

Budd: “Pero, ¿la llamaste?”.

Carol solloza: “Yo... yo... ¡grité todo lo que pude! ¡Y mi papi no viene!”.

Budd: “Calma, tu papi vendrá”.

Carol, lastimera: “¿Por qué nadie se despierta?”.

Budd: “¿Dónde están los gatos ahora?”.

Carol: “¡Adentro, en la ventana!”.

Budd: “Pero, ¿cómo es que están adentro?”.

Carol, aterrorizada: “¡¡Están adentrooo!!”.

Budd: “Bueno, a ver: ¿son gatos chiquitos o grandes?”.

Carol: “¡Grandes! ¡Gatos grandes!”.

Budd: “¿Están echados o... parados?”.

Carol: “¡No sé! ¡No quiero mirar!”.

Budd: “¿Y si les pedimos que se vayan, Carol?”.

Carol grita: “¡Vayanse! ¡¡Vayanse de mi cuartooo!!”.

Budd: “Miremos ahora. ¿Están del lado de adentro de la ventana? ¿Qué están haciendo?”.

Carol emite unos lloriqueos: “¡Uhhh, uhhh! Está claro ahora. Toda esa luz entra por la ventana...”.

Budd: “¿Es de una lámpara de la calle?”.

Carol: “¡No, nooo! ¡No hay lámparas en la calle! Entra por la ventana, y (su voz se eleva ahora, llena de pánico)... ¡y va a lastimarme!”.

Budd: “Bueno, volveremos a eso en otro momento, pero ahora miremos esa luz... ¿Es de algún color o es blanca?”.

Carol, tartamudeando: “Esasá... es azzz...zul”.

Budd: “Y ahora, ¿se escucha algún sonido, se oye algo? ¿Qué hacen los gatos? ¿Maullan o... te dicen algo?”.

Carol niega: “No, no, no. ¡Cállese! ¡No hay nadie acá!”.

Budd: “¿Seguro que no estás hablando con ellos?”.

Carol, balbuceando: “No quiero, porfavooorrrr”.

Budd: “Bueno, bueno. No quiero obligarte a mirarlos. Pero, ¿cómo se siente tu cuerpo?”.

Carol, en voz muy baja: “Asustado”.

Budd: “¿Los gatos estan más cerca de tu cama ahora?”.

Carol estalla en llanto: “¡Síii! ¡¡Papiii!!”.

Budd: “Tu papi estará aquí a la mañana. Ya sé que todo esto es muy difícil ahora, pero él viene a la mañana. Y cuando te despiertes, los gatos ya no estarán ahí. ¿Están a la mañana... o se fueron?”.

Carol, llorando menos: “Se fueron”.

Budd: “Entonces vamos a recordarlos, ¿eh? El susto ya pasó: los gatos se fueron, así que acordarnos de cómo eran o qué hacían no es peligroso”.

Carol: “Bueno, sí. ¡Pero están poniendo algo en mi oreja!”.

Budd: “¿Los gatos te ponen algo en la oreja?”.

Carol se estremece: “¡En la oreja, en la oreja! ¡Él me puso algo en la oreja! ¡Y duele!”.

Budd: “Bueno, cuando cuente hasta tres, el dolor en la oreja cesará. Uno... dos... ¡tres! Ya pasó. Sea lo que sea, eso de la oreja ya pasó, y el gato se aparta”.

Carol: “Me meto en el ropero. O allí me despierto”.

PAPÁ SÍ, MAMÁ NO

Budd: “¿Y finalmente se duerme la nenita?”.

Carol: “¡Pero no, no se duerme! ¡Sigue vigilando la puerta!”.

Budd: “¿La puerta del ropero?”.

Carol asiente frenéticamente con la cabeza.

Budd: “La ropa te protege. Estás segura tras la puerta del ropero, en tu lugarcito para Carol sola, ¿ves?”.

Carol respira más regularmente.

Budd: “Bueno, sale el sol y... ¿viene tu papi?”.

Carol, con una vocecita dulce: “Sí, viene y me encuentra”.

Budd: “¿Viene tu mami también?”.

Carol: “No. Mami viene cuando Mary llora”.

Budd: “¿Y por qué llora Mary?”.

Carol: “¡Porque yo no estoy ahí, en mi cama!”.

Budd: “Entiendo. Viene tu mami. Y es lindo verla, ¿no?”.

Carol, con firmeza: “¡No!”.

Budd: “¿Cuál es el problema con tu mami?”.

Carol: “¡Ella no viene! ¡Ella nunca viene!”.

Budd: “¿Te duele que ella no venga a ayudarte?”.

Carol: “¡Nunca viene cuando aparecen los gatos, digo!”.

Budd: “¿Nunca hablan de los gatos?”.

Carol, en tono acusador otra vez: “Ella no sabe nada de los gatos, no sabe ayudarme”.

Budd: “¿Le hablaste a tu papi de los gatos?”.

Carol: “Sí, a Papi le conté: él sabe”.

Mack le pasa a Budd un papelito con estas palabras: “Pregúntele si su papá estaba ahí cuando aparecían los gatos”.

Budd: “Bueno... Pasemos ahora a la época en que ya estás en la escuela secundaria. Te vas a graduar y estás más grande y debo tratarte como a una señorita, ¿de acuerdo?”.

Carol contesta que sí, ya no con voz de niña, sino de adulta.

Budd: “Entonces miremos hacia atrás desde este presente. Cuando los gatos entraban, ¿su papá estaba allí?”.

Carol: “Sí, claro”.

Budd: “¿Y cómo lucía él cuando veía los gatos? ¿Le hablaba a usted?”.

Carol, en un murmullo: “No. Se quedaba de pie en la puerta”.

Budd: “Pero, Carol, ¿está segura de que él veía a los gatos?”.

Carol: “Sí, absolutamente. Y los gatos se acercaban a él”.

Budd, algo nervioso: “¿De qué tamaño eran esos... gatos?”.

Carol: “Le llegaban hasta el pecho”.

Budd: “¿Y tenían piel con pelo?”.

Carol: “¡Ufa! No tenían piel de gato”.

Budd mira a Mack como diciendo: “¡Lo tenemos!”, y vuelve a hablarle a Carol: “¿Vio alguna vez que su papá saliera con los gatos? ¿Alguna vez hablaron o salieron juntos?”.

Carol medita su respuesta: “Me llevaba con él. Me alzaba de la cama...”.

Budd: “¿Y qué sucedía después?”.

Carol: “Simplemente salíamos caminando”.

Budd: “¿Y usted no le preguntaba qué ocurría?”.

Carol: “¡Yo no podía decir nada!”.

Budd: “Pero cuando él salía caminando con usted, ¿adónde iban? ¿Bajaban las escaleras?”.

Carol, molesta: “No, él caminaba a través de... ¡No, no!”.

Budd, con firmeza: “¡Vamos, cuéntemelo, Carol!”.

La mujer transpira, su voz se vuelve dura.

Budd: “¿Adónde iban, Carol?”.

Carol: “A... afuera, a través de... ¡de la ventana!”.

LA RECONSTRUCCIÓN DEL HECHO

Carol es ahora una metralla de palabras. He aquí una reconstrucción lógica de Budd Hopkins sobre lo que ella narró muy caóticamente:

“En brazos de su padre, Carol sale flotando por la ventana del piso alto hasta el techo de la galería trasera de la casa. Padre e hija se deslizan al suelo entre la casa y el garaje, donde una gran nave especial los está esperando. Los ‘pequeños grises’, quienes en el recuerdo de Carol fueron gatos, penetran en la nave. La niña de cuatro años y su padre los siguen. El padre de Carol baja a su hija hasta el suelo. Mientras éste la deja en el piso, ella lo mira, y se asusta más todavía al verlo llorar a él.

”Hay otros seres humanos en la nave. Carol ve a varios chicos de diferentes edades: algunos en piyama, otros con ropas de día, otros semidesnudos. La niña no reconoce a ninguno: no deben ser de su barrio. Hay una chiquita bastante parecida a Mary, pero tiene pelo castaño ondulado y viste un piyama corto en lugar de camisón. Los chicos están de pie, en silencio, como si esperaran algo. No hay tantos adultos como niños. Carol piensa que podrían ser los padres de esos chicos, pero no puede asegurarlo. Los adultos están vestidos de manera muy diferente; algunos, incluso desvestidos. Carol ve a una de las mujeres totalmente desnuda y siente vergüenza por ella. También los adultos permanecen de pie, sin hablar. Si en ese momento están presentes algunos de los ‘gatos’, Carol no los ve.

”El único mobiliario en esa habitación a la que han sido conducidos son varias mesas blancas, con aspecto de tablas de planchar. Como todas esas mesas de las que han hablado otros secuestrados, son de una pieza, moldeadas de manera que el pedestal que las soporta parece hundirse en el piso. La parte superior de esas mesas está vacía. Mientras Carol observa todo eso, algunos de los adultos y los chicos van abandonando la habitación. Con ansiedad, la niña ve que no regresan. Quiere preguntarle a su padre adonde han sido conducidos, pero no puede hablar. Además, ahora le llega su turno.

”Carol y su padre son llevados ‘flotando’ a través de un corredor circular con baranda que llega a una gran sala con cielo rraso muy alto. En el centro de ese espacio hay una fila de grandes tubos transparentes; se elevan desde el piso como ascensores de plexiglás, demasiado altos para que Carol pueda ver su parte superior. Uno por uno, cada uno de los niños es colocado dentro de un tubo. Cuando le llega el turno a Carol, la niña ve a su padre a través de la pared transparente: él permanece afuera, llorando nuevamente. No lo han dejado acompañar a su hija. Y mientras Carol, siempre con su camisón rosado, permanece sola y de pie en el interior del tubo, empieza a nevar... salvo que no es nieve lo que cae. Se trata de una sustancia seca y cálida; en lugar de quedarse adheridos al cuerpo de la niña, los copos atraviesan su camisoncito y también su cuerpo.

”Los copos dejan de caer cuando uno de los ‘seres’, telepáticamente, le dice a Carol que cierre sus ojos. ‘¡No quiero cerrar los ojos!’, protesta Carol. ‘¡Cerrar los ojos!’, oye en su cabeza. Empieza a nevar de nuevo, pero la sustancia que cae es diferente. ‘¡Huyyy, se pega y quema!’, grita Carol dentro de sí misma. ‘¡Cerrar los ojos, cerrar los ojos!’, le contestan. La niña cierra los ojos y la ardiente sensación desaparece. Esta segunda sustancia tiene olor a limón. Carol se siente sucia y pegoteada. ‘Ahora hay que salir’, se le dice mentalmente. Carol abre los ojos y ve nuevamente a su padre, que ya no parece tan asustado.

”Carol y su padre son conducidos a través de la batería de tubos transparentes hasta el otro extremo de la gran sala; después, a lo largo de otro corredor con un pasamanos, hasta que finalmente llegan a un túnel de salida donde ven a grupos de adultos y de niños que también abandonan la nave. Cuando Carol y su padre salen al exterior, los envuelve una niebla oscura y fría. El oído le duele, y cuando trata de caminar se siente entumecida y torpe.

”Carol y su padre suben los escalones que conducen a la galería posterior de su casa; entran a la vivienda. El padre lleva a su hija hasta su dormitorio, en el piso superior, donde Mary, siempre en su camita, sigue durmiendo. Como si se hubieran puesto de acuerdo, el padre lleva a Carol hasta el armario. Una vez que ella está adentro, en su ‘refugio seguro’, él cierra la puerta. La niña, febrilmente, comienza a tapar las rendijas con toda la ropa que encuentra.”

Contra-Debunkeando las Abducciones

Los escépticos suelen usar sofismas para debunkear el tema de las abducciones ET, como en la mayoría de lo que dicen. A continuación hacemos un breve resumen de esas falsas afirmaciones y de los hechos y evidencias que las contradicen:

1. “Todo se debe al fenómeno conocido como parálisis de sueño.”

FALSO. Muchos casos involucran a gente que se encontraba fuera de sus hogares cuando fueron abducidas. Ninguna de dichas personas yacía acostada y/o paralizada en sus habitaciones. Al contrario, conducían autos, caminaban, pescaban, cazaban, etc.

2. “Se tratan de alucinaciones o fantasías.”

FALSO. Muchos reportes de abducción son múltiples, es decir, 2, 3, 6 o más personas son plagiadas simultáneamente y sus recuerdos detallados sobre el acontecimiento son virtualmente idénticos. Esto, desde ya, descarta por completo no sólo la “parálisis de sueño” sino también la de “fantasía” o cualquier otra aberración psicológica idiosincrásica como causa.

3. “No existen evidencias físicas.”

FALSO. Existen fotos, de nuevo, virtualmente idénticas de cicatrices de los abducidos, implantes (objetos metálicos), cambios en las características químicas del suelo del lugar de aterrizaje de la nave o marcas, etc... Cabe destacar también, el que los abducidos a veces terminen la experiencia en un lugar totalmente distinto que en el que comenzó sin saber cómo llegaron allí, o que tengan puestas ropas que no les pertenecen o que les falten algunas propias, o que en ciertas ocasiones hayan testigos que vieron a la nave secuestradora.

4. “Son falsos recuerdos implantados por los hipnotizadores.”

FALSO. En algunas experiencias de abducción (cerca de un 30% según Budd Hopkins) recogidas por los investigadores, éstas son recordadas SIN LA AYUDA DE LA HIPNOSIS. Algo que contradice a la afirmación citada anteriormente.

5. “Las personas abducidas son mentirosas, feas o solo quieren ganar fama.”

FALSO. Este sofisma pretende atacar, ante la falta de argumentos sólidos y evidencias, a las personas y no a los hechos. Por otro lado, habría que recordarles que se han hecho estudios al respecto sobre algunos casos específicos de abducidos y los mismos demostraron rotundamente que NO existían psicopatologías que pudieran explicar los relatos como una manifestación exterior de una determinada alteración mental o mitomanía. La gran mayoría de los abducidos NO buscan fama ni dinero, sino que buscan saber qué es lo que está ocurriendo en sus vidas. Muchos son sumamente reacios a contar sus experiencias en público, las cuales no pueden considerarse agradables por ningún motivo.

6. “Las abducciones sólo suceden en EE.UU., por lo tanto, la CIA debe estar detrás de todo.”

FALSO. Las abducciones por parte de extraterrestres han sido reportadas en muchos lugares del mundo. Asimismo, todos los abducidos, sean del país que sean, relatan exactamente lo mismo.

En fin, todos los escépticos interesados en desvirtuar la veracidad del tema de las abducciones cometen uno o más de los siguientes tres errores: No conocen la evidencia, ignoran la evidencia, o tergiversan la evidencia. No hay excepciones para esto. Como diría David Jacobs: “Ningún sistema de pensamiento ha presentado pruebas a favor de que esté sucediendo otra cosa que no sea lo que los mismos abducidos han denunciado”.