El equipo de Mark Sephton del Imperial College de Londres estudió los efectos del Último Gran Bombardeo, un período de la infancia del sistema solar que duró alrededor de 100 millones de años, y durante el cual cuantiosas lluvias de meteoritos acribillaron la Tierra y Marte.
Los micrometeoritos proceden mayormente del cinturón rocoso de asteroides entre Marte y Júpiter. Los micrometeoritos que sufren perturbaciones orbitales pueden acabar siendo atraídos gravitatoriamente hacia la Tierra y Marte. Al entrar en las capas altas de las atmósferas de esos planetas, se calientan hasta temperaturas de unos 1.000 grados centígrados, liberando gases como el dióxido de azufre.
El dióxido de azufre en la atmósfera forma aerosoles, compuestos por partículas sólidas y líquidas, que desvían la luz solar y hacen que el planeta en cuestión sea más frío.
Los autores del nuevo estudio han calculado que las lluvias de micrometeoritos liberaron cerca de 20 millones de toneladas de dióxido de azufre cada año en las capas altas de la atmósfera de la Tierra durante el Último Gran Bombardeo.
Esta descarga copiosa de dióxido de azufre a la atmósfera de la Tierra primitiva tuvo el mismo efecto de enfriamiento sobre el clima que el que se causaría si hubiera cada año durante 100 millones de años una erupción volcánica de la magnitud de la erupción de 1991 del Pinatubo. Esta erupción liberó a la atmósfera 17 millones de toneladas de gases, incluyendo dióxido de azufre, haciendo que llegara a la Tierra un 10 por ciento menos de luz solar y enfriando el planeta medio grado centígrado.
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