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viernes, 11 de marzo de 2011

LOS EXPEDIENTES X DE ARGENTINA.- .-




Eduardo Fuentealba era un personaje extraño; estaba vinculado a grupos paramilitares, a espacios radiales nocturnos, a investigaciones sobre OVNIs y a umbrosas relaciones políticas.

Básicamente, fue un ex agente de la SI (Secretaría de Inteligencia, ex SIDE, el Servicio de Inteligencia del Estado Argentino), posiblemente apenas un “informante” (agente civil adscripto a recabar información) devenido luego en periodista radiofónico especializado en OVNIs. Mudándose constantemente —vivió en los alrededores de Buenos Aires, en Lago Puelo (Chubut), en Córdoba, en Santa Fe y finalmente en San Luis, donde murió asesinado—, genera y consume alimento conspiranoico. Los allegados a (“Servicio Privado de Información”, ex agentes de la SI, policías en actividad o retirados) lo reconocían también como una fuente de noticias. Veamos algunas de sus afirmaciones.

Sostuvo que el idílico poblado de Lago Puelo tenía “la mayor densidad de sectas satánicas” del país, y señala las correspondencias con la localidad de El Bolsón (paraíso de “hippies”) y Las Lajas (¡años antes que en esta localidad surgiera la agrupación sectaria de abuso infantil conocida como “La Familia”!).

Junto a Fernando López Diu (su mano derecha tanto investigativa como laboral, pues lo seguía por toda la geografía) propaló (sin presentar evidencias) que en el paraje Lelequé (a setenta kilómetros de aquél pueblo, sobre la ruta a Esquel) existía una zona rica en uranio en terrenos controlados por la Comisión Nacional de Energía Atómica con el concurso de “marines” y comandos israelíes y británicos, bajo la asistencia técnica del complejo industrial argentino Pérez Companc, pues tanto allí como en las zonas conocidas como “La Pampa de Doña” y Paso del Sapo se habrían producido caídas de OVNIs, quizás procedentes de bases subterráneas bajo el cerro Tres Picos y la Roca del Tiempo (parece que no omitió ningún ingrediente).

Empero, cita eventuales testigos de sus dichos que podrían ser rastreados: un “doctor Benzano” y el guardaparques Oscar González, quienes no sólo ratificaban las leyendas sobre los “enanos malditos” que corren por el valle del Río Turbio sino que testificarían, junto con una “familia Vigueiras”, la presencia de “macrocéfalos asesinos” en la zona.

Acusa al fallecido ovnílogo Pedro Romaniuk de haber fungido como agente de la CIA y testaferro en el lavado de dinero procedente de estupefacientes. La acusación es directa: los viajes al exterior de don Pedro, sus emprendimientos inmobiliarios, la edición de sus libros (es sabido que la “Editorial Lanín” que siempre lo prohijó, es ficticia y esconde las “ediciones de autor”. A propósito, Lanín es el nombre de un conocido volcán de la región y, por lo tanto, no ajeno a esta área de andanzas de Fuentealba y, según éste, Romaniuk también). Volveremos luego a considerar en detalle una interesante observación de Fuentealba en este contexto.

Sostiene que en los años 1991 y 1992 estuvo investigando exhaustivamente los fenómenos OVNI en Victoria (Entre Ríos). Como es éste un tema que conozco en profundidad, me consta de sus afirmaciones que conoce en detalle la zona. Claro que de allí a avalar sus desaforadas pretensiones hay un paso que no daré. Empero, veamos sus argumentos.

En instancias previas a sus investigaciones en Victoria, habría tomado contacto con el Ministerio del Interior (del que dependen varias fuerzas de seguridad, así como la citada SI) pero este contacto con ex camaradas sólo habría servido para que los sabuesos se pusieran tras sus pasos, incluso —dice— “poniendo en peligro su vida”.

Asegura que en la zona operarían “dracos” (extraterrestres reptiloides de muy mal genio), que muchos monjes benedictinos de la famosa abadía de la zona serían en realidad “marines” y agentes encubiertos de la CIA y el NSA apostados allí para custodiar y vigilar al mismo tiempo un intrincado e ignoto laberinto de pasadizos subterráneos sobre la vertical de los cuales se encontraría el edificio religioso construido —según sus decires— como búnker de guardianes de un lovecraftiano umbral.

Y en cuanto a mundos subterráneos en Victoria no se detiene allí, pues señala explícitamente a las investigadoras locales Silvia y Andrea Pérez Simondini como cabales conocedoras de “cuevas y oquedades” que pulularían por allí.[1]

No se detiene: sostiene que el CITEFA (Centro de Investigaciones Técnicas de las Fuerzas Armadas) estaba particularmente interesado en tales hipotéticas cavernas y aquí, sin quizás saberlo, pone al descubierto otra interesante circunstancia sobre la que volveremos después.

En síntesis, y pese a ser un “anticontactista” que ridiculiza y menosprecia a los “devotos de los hermanos cósmicos”, Fuentealba dibuja una clara antinomia: Victoria, foco de extraterrestres “negativos”, en oposición a un cerro Uritorco pletórico de “salvadores de las estrellas”.

Cuando se escuchan las pocas grabaciones que Fuentealba dejó sobre sus andanzas, se tiene la clara impresión, ante el lenguaje liviano y casi distraído que, por respetar un buen argentinismo, el susodicho “se está mandando la parte” (que es como decir exagerar y quizás mentir con tal de resultar llamativo). Noches insomnes entre arbustos espinosos para terminar escapando (sin llegar antes a nada concluyente) instantes antes que los reflectores fisgones pasen por sobre el punto donde EF y su fiel amigo Toro, perdón, López Diu, habíanse arrastrado tiene demasiado tufillo a Expedientes X.


Que sepamos, Fuentealba prometió fotografías, videos y otras “pruebas” que no nos consta que existan. Pero también, como dije, sentó observaciones interesantes que merecerían ser consideradas. Por ejemplo, ¿son fruto de su imaginación sus épicos relatos, especialmente los referidos a su etapa sureña?. ¿O hay en ellos algún viso de verosimilitud?. Asimismo, ¿hizo acusaciones temerarias e infundadas o accedió a información privilegiada?

OVNIs y lavado de dinero

Fue dicho: Fuentealba fue el primero en argüir que los grupos “contactistas” podrían estar lavando dinero procedente del narcotráfico. Acusó de ello abiertamente a Romaniuk, y va de suyo que no nos consta en absoluto (aunque cierto es que nunca nos quedó en claro de qué vivió don Pedro a lo largo de toda su vida, y eso que le conozco personalmente desde mis ya lejanos quince años de mozalbete).

Así que salteemos esta anécdota y veamos cómo se construye esta hipótesis que hoy, sin la audacia de EF pero con algo más de información técnica, nosotros también sospechamos.

Como sabemos, el método más sencillo de lavado de dinero es éste: contando con una suma determinada de dinero que se desea “blanquear” (es decir, ingresar al circuito financiero legal), se selecciona a un testaferro que se puede denominar A.

Éste (entre otras cosas, sin antecedentes negativos comerciales o penales) abre uno o varios comercios, empresas, etc. Su ganancia estará en la propiedad de mercaderías, bienes y útiles, vehículos, maquinarias, luego propiedades, y las ventas o facturaciones reales, que esos emprendimientos produzcan. Hasta allí, todo bien. Pero el punto es que se “inflan” exageradamente (y ficticiamente) esas facturaciones y ventas, en número y concepto. Así, B o C, “socios capitalistas” de estos negocios “lícitos” reciben como “liquidación societaria” la parte que les corresponde de esas irreales ganancias para invertir en inmuebles, otras actividades, etc., y que no es más que su propio dinero original que regresa así al mercado totalmente “limpio”.

Pero las mascaradas comerciales pueden ser auditadas, vigiladas, inspeccionadas. Un juez puede ordenar el control de clientes que ingresen a un comercio, sus boletas o facturas, recibos. Pero con las “fundaciones”, las “asociaciones civiles sin fines de lucro” y los “cultos” ello no pasa. Son perfectos, merced a un recurso lícito y constitucional: las donaciones voluntarias y anónimas.