Publicado por Gustavo Fernández en 12-04-2012
Los designios de Alá son inescrutables,
dice el dicho, así que sólo me encojo de hombros cuando se me ocurre
preguntarme cómo el Camino me lleva a ciertos ámbitos de Conocimiento,
total, todos son Aprendizaje. Sólo me pregunto si un servidor (yo)
estaré a la altura con mis luces y mis prisas de abrevar lo necesario
pero nunca suficiente. Ojalá así sea. Ojalá, que, después de todo, es Oj Allah (“Quiera Dios”).
De modo que cuando mi agenda
de investigaciones (que es apenas una nota al margen del Gran Libro de
la Reflexiòn Diaria) de este año comenzó a llenar sus huecos con líneas
de trabajo rozando el Esoterismo y la Alquimia Medieval, organicé mi
escritorio y comenzaron a acumularse en ingente pila libros, fotocopias,
impresiones de material de la web. Como me suele ocurrir, un campo de
análisis se divide en tres o cuatro temas de investigación y, sobre la
marcha, mi curiosidad –que, según mis amigos y la inconfesa esperanza de
mis enemigos, algún día ha de llevarme a la tumba- recorre callejuelas
periféricas y se detiene en enigmas solapados. Y como una de mis pocas
virtudes es poder “sintonizarme”, si no con criaturas celestiales o
hermanos cósmicos, sí con el espíritu de una investigación (si es que se entiende la idea), esta lente de aumento metafísica facilita hallazgos interesantes.
Decía que no puede
comprenderse cabalmente el Esoterismo del Medioevo si no se bucea en
Alquimia. Y ésta, si no se navega en Kábala. Respecto al período
medieval, generalmente vapuleado por un modernismo que no hesita en
verlo como retrógrado e ignorante, mi interés se centró en advertir que
el Conocimiento fluía, pero en vertientes elitistas. La mugre, el
analfabetismo y la opresión eclesiástica campeaban por sus fueros, es
cierto. Pero como la pez oscura de la Alquimia, negra y putrefacta en la
oscuridad que de pronto se rompe y libera la Estrella de la Mañana (¿es
casualidad que la Alquimia, ya que en su lenguaje estamos hablando,
floreciera precisamente entonces?), en las sombras la Sabiduría seguìa
su camino.
La Humanidad camina por el
Tiempo con corsets intelectuales (y para qué vamos a hablar de los
espirituales), con “clichés” supuestamente racionales que no son más que
prejuicios ciertamente oscurantistas. Con conflictos que no ha podido
resolver, teniendo todas las herramientas para hacerlo. El Conocimiento
debe estar al alcance de todos. ¿Debe estar al alcance de todos?. La
Ciencia ha sanado y curado a millones. Y ha matado a millones. La
Iglesia Católica ha hecho tibios esfuerzos por “modernizarse” (el
sacerdote da la misa en el idioma del pueblo, de cara a éste, en vez de
la ancestral costumbre de hacerlo de espaldas y en latín) y en lugar de
avanzar en los ámbitos en que realmente debería hacerlo, lo ha hecho en
aquellos que la desacralizan , porque hoy ese
ritual mágico que es la misa ha quedado desnudo de su Trascendencia,
porque su contenido no debe ser explícito sino, como en toda liturgia
mística, sólo comprensible por quienes toman el tiempo, el trabajo y el
esfuerzo, en libre elecciòn, de aprenderlo, es decir, los Iniciados.
Y los demás, el pueblo, se baña en sus beneficios como “comparsa” (el
término no es ofensivo: nace de los presentes pasivos en toda ceremonia
mágica de hace siglos, y sólo recientemente es absorbido por el
irreverente Carnaval) protegidos detrás del sacerdote, quien le da la espalda porque es guía y navegante (y un guía no caminaría de espaldas) mientras hace sus letanías en una lengua donde lo importante es su vocalizaciòn y fuerza ancestral, es decir, un mantram, y no si se entiende la letra…
Pero como hay que producir
curas a mogollón, porque la Iglesia se va quedando sin ellos, década a
década éstos están cada vez menos preparados, cada vez más ignorantes
del fundamento esotérico de su Iglesia y mientras los “progres”
(y algunos intereses oscuros) aplauden como “avances” esos meros
“cambios formales”, en el camino se anquilosa lo que verdaderamente
debería moverse y se bastardea lo que hace a su fuerza arquetípica…
Pero esa investigación no puede ser simplemente historiográfica, bibliográfica, histórica. La Gematría[1], el Notaricón[2] y la Temura[3] debe acompañar la zambullida en los textos, los lugares y los hechos…
Fue cuando tropecé con señales del Idioma de los Ángeles.
El origen cabalístico de la expresión
“arte gótico” (pues sobre él y gracias a él se construye el Esoterismo
del Medioevo) es múltiple y todos ciertos, como bien corresponde a un
símbolo. Es “arte gótico” en tanto “arte goético”, es decir, arte mágico[4]. Notre Dame de París o Chartes son libros de piedra, pletóricos de símbolos y ernseñanzas. Es Art Goth. Es Arte de Dios (Got, God). Es “argot”,
idioma de iniciados. Ahora bien, el diccionario define el argot como
“un dialecto particular de todos los individuos que tienen interés en
comunicar sus pensamientos sin ser comprendidos por los que los rodean”,
es decir, una Cábala hablada. Quien utiliza ese lenguaje, pues y para respetar la sintaxis y la semántica, es un argotier, lo que nos dice que es descendiente herméticos de los Argo – nautas, aquellos que tripulaban la nave Argos y hablaban la lengua argótica mientras buscaban el Vellocino de Oro.
Que –no es éste el lugar para extendernos- es símbolo del conocimiento
traído a los hombres por los “dioses”. Por eso el argot y el Art Cot
(en griego: Luz) es el Arte del Espíritu. Recuerden al sacerdote guía y
navegante. Y el guía del maltratado Priorato de Sión es “Nautonnier”,
es decir, “Navegante”. Argonautas.
El Vellocino de Oro, como las
Manzanas de Oro del Jardín de las Hespérides (uno de los doce “trabajos
de Hércules”) es el Conocimiento que se entrega de planos superiores a
inferiores. John Dee,
nigromante y mago oficial de la realeza inglesa, era alquimista,
interpretaba este simbolismo que le permitía hablar con los ángeles y
“comprender el lenguaje de los pájaros”. En toda la literatura
mitológica, la expresión “comprendía el lenguaje de los pájaros” es una
metáfora de la extrasensorialidad de su poseedor quien así, comprende el
idioma de seres suprasensibles que no pertenecen a nuestro Espacio –
Tiempo. Ángeles, por ejemplo. Pero Dee, puntualmente, manejaba
fluidamente la lengua de Enoc, el “enoqueano”, el más puro y erudito idioma angelical.
El argot es una de las formas
derivadas de la Lengua de los Pájaros, madre y decana de todas las
demás, arcaica lengua universal. Es aquella cuyo conocimiento revela
Jesús a sus apóstoles al enviarles su espíritu, el Espíritu Santo, a fin
de cuentas, un pájaro.
Siguiendo los trabajos de
Dee, por un lado, y la aplicación estricta de la Kábala, por otro,
estaremos en condiciones de comprender esta idea: los “ángeles”, seres
sensibles de un plano no físico, en sus interacciones con el ser
humano, optaron, como “lingüa franca” por un idioma que es más
que un idioma como lo comprendemos los humanos. Es lengua y es símbolo,
es voz y es figura, es fonema y es imagen. “Hablar con los ángeles” es
licencia narrativa y hecho objetivo. Es conocer ciertas palabras, en su
Triple Sentido (Pronunciaciòn, Correspondencias simbólicas y
Etimología), pero también es visualizaciòn eidética y
trabajo en el mundo de la materia. Cuando el trabajo se sacraliza con
nuestra predisposición, estamos dando uno de los pasos. Cuando pensamos
lo que decimos al decir lo que pensamos, estamos dando otro. Cuando
imaginamos con fe y voluntad, un tercero. Por eso en Alquimia el trabajo
en laboratorio era importante, pero no lo más importante. Un alquimista
que sólo sigue instrucciones mezclando sustancias en su crisol, en su
atanor, no es un alquimista, es sólo un químico. Por eso, aunque un
servidor no es católico (y el que avisa no es traidor) he aprendido a
apoyar mi rodilla izquierda desnuda en una iglesia, sabiendo cómo
moverme y meditar en ella. Y esta última frase sí fue en argot.
[1] Gematría: en Kábala, analizar el valor numérico de las letras que componen una palabra para decodificar una interpretaciòn
[2] Notaricón: Cuando tomamos la primera letra (o la segunda, etc.) de cada palabra de una oraciòn para agruparlas buscando otro significado.
[3] Temura: Cuando trasponemos el orden de las letras de una palabra tratando de hallar cifrada otra.