No se puede decir que sea una corriente de opinión mayoritaria en círculos académicos, pero algunos astrobiólogos creen que los marcianos existen y que viven en la Tierra. De hecho, según su suposición, tú, las medusas, los gérmenes y en general cualquier ser vivo terrestre, podría haber evolucionado a partir de organismos marcianos.
Lo cierto es que la panspermia es teóricamente posible. Se estima que a lo largo del tiempo, 1000 millones de toneladas de roca marciana pudieron haber encontrado su camino hacia la Tierra a causa del impacto de meteoritos en el planeta rojo.
Esos pedazos de Marte, viajaron por el espacio con su hipotética carga orgánica a bordo y terminaron cayendo a la Tierra, sembrando las semillas de la vida.
Puede sonar fantasioso pero estudios recientes han mostrado la dureza de ciertas especies de microbios, capaces de sobrevivir incluso a condiciones de espacio abierto.
De haber ocurrido así, si encontrásemos vida (actual o fosilizada) en Marte, debería de guardar cierto parentesco con la que conocemos en nuestro planeta. Y eso es lo que los científicos de la NASA se proponen averiguar.
Puede parecer descabellado esperar encontrar vida en el 4º planeta, dado el hostil desierto rojo que nos han mostrado las últimas misiones robóticas a Marte, pero en su día aquel mundo fue cálido y estuvo recubierto de agua.
En la actualidad, sin la protección de una densa atmósfera y de una magnetosfera, la radiación solar barre la superficie de Marte haciendo prácticamente imposible que nada sobreviva en su suelo. Pero si escavamos un poco, la cosa puede cambiar.
Los especialistas creen que si un robot pudiera cavar un hoyo de 1 metro, las probabilidades de encontrar microbios marcianos subirían muchos enteros. Por eso, han comenzado a diseñar una máquina capaz de realizar tres funciones: aislar material biológico, amplificar y detectar ADN y luego secuenciarlo.
A la máquina encargada de hacer eso, aún en fase de diseño, la llaman SETG (del inglés, Búsqueda de Genomas Extra Terrestres). De momento, solo cuentan con un instrumento del tamaño de una caja de zapatos que realiza el paso intermedio.
Estiman que podrán tener un prototipo capaz de probar sus capacidades en entornos hostiles terrestres (la Antártida o el desierto de Atacama) para dentro de dos años.
Si la máquina superase la prueba del análogo marciano, podría buscar su camino a Marte en una de las dos misiones planificadas para el año 2018. Una de ellas, organizada por la ESA (European-led ExoMars) y otra por la NASA (Mars Astrobiology Explorer-Cacher, o MAX-C).
Si finalmente dicha misión se produce, será la primera vez que un instrumento diseñado para la búsqueda de vida viaje al planeta rojo desde 1976, año en que las sondas gemelas Vinking realizaron experimentos en Marte, cuyos resultados fueron demasiado ambiguos como para resultar determinantes.
Esos pedazos de Marte, viajaron por el espacio con su hipotética carga orgánica a bordo y terminaron cayendo a la Tierra, sembrando las semillas de la vida.
Puede sonar fantasioso pero estudios recientes han mostrado la dureza de ciertas especies de microbios, capaces de sobrevivir incluso a condiciones de espacio abierto.
De haber ocurrido así, si encontrásemos vida (actual o fosilizada) en Marte, debería de guardar cierto parentesco con la que conocemos en nuestro planeta. Y eso es lo que los científicos de la NASA se proponen averiguar.
Puede parecer descabellado esperar encontrar vida en el 4º planeta, dado el hostil desierto rojo que nos han mostrado las últimas misiones robóticas a Marte, pero en su día aquel mundo fue cálido y estuvo recubierto de agua.
En la actualidad, sin la protección de una densa atmósfera y de una magnetosfera, la radiación solar barre la superficie de Marte haciendo prácticamente imposible que nada sobreviva en su suelo. Pero si escavamos un poco, la cosa puede cambiar.
Los especialistas creen que si un robot pudiera cavar un hoyo de 1 metro, las probabilidades de encontrar microbios marcianos subirían muchos enteros. Por eso, han comenzado a diseñar una máquina capaz de realizar tres funciones: aislar material biológico, amplificar y detectar ADN y luego secuenciarlo.
A la máquina encargada de hacer eso, aún en fase de diseño, la llaman SETG (del inglés, Búsqueda de Genomas Extra Terrestres). De momento, solo cuentan con un instrumento del tamaño de una caja de zapatos que realiza el paso intermedio.
Estiman que podrán tener un prototipo capaz de probar sus capacidades en entornos hostiles terrestres (la Antártida o el desierto de Atacama) para dentro de dos años.
Si la máquina superase la prueba del análogo marciano, podría buscar su camino a Marte en una de las dos misiones planificadas para el año 2018. Una de ellas, organizada por la ESA (European-led ExoMars) y otra por la NASA (Mars Astrobiology Explorer-Cacher, o MAX-C).
Si finalmente dicha misión se produce, será la primera vez que un instrumento diseñado para la búsqueda de vida viaje al planeta rojo desde 1976, año en que las sondas gemelas Vinking realizaron experimentos en Marte, cuyos resultados fueron demasiado ambiguos como para resultar determinantes.
Fuente: Yahoo