Olivier Boisard
Los asteroides representan una amenaza para nuestro planeta. Algunos de ellos poseen órbitas que periódicamente los hacen pasar cerca de la Tierra, aumentando sustancialmente el riesgo de un impacto. Un grupo de científicos cree que es posible utilizar velas solares para desviarlos de su curso, evitando el desastre. El candidato ideal para probar el sistema es Apofis, que nos rozará el 13 de abril de 2036.
No hay duda de que el impacto de un asteroide contra la Tierra, incluso el de uno pequeño, puede ser devastador. De hecho, se cree que una de estas rocas, con un diámetro de entre 400 y 800 metros, fue la culpable del exterminio de los dinosaurios, poniendo fin a su reinado de decenas de millones de años. El 30 de junio de 1908, un trozo de hielo y roca de unos 40 metros de diámetro -que ni siquiera llegó a tocar el suelo, ya que explotó a bastante altura sobre la tundra siberiana- destruyó un área similar a la que ocupa una típica ciudad moderna. Si un evento como ese tuviese lugar hoy sobre París, Roma, Barcelona o cualquier ciudad de ese tamaño, millones de personas morirían en un segundo. Los planes para evitar este tipo de desastres no son ninguna broma.
Preparados para 2036
Los científicos trabajan en ello. Uno de los proyectos más realistas es el propuesto por el ingeniero francés Jean-Yves Prado del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) en Francia, que ha elaborado un plan muy interesante para alterar la órbita de Apofis, un asteroide potencialmente muy peligroso, ya que periódicamente pasa cerca de la Tierra. Los astrónomos han calculado que este trozo de roca de 270 metros de largo pasará nuevamente rozando nuestro planeta el 13 de abril de 2036. Si fuésemos capaces de alterar aunque sea una fracción de grado su dirección, la amenaza desaparecería.
Para lograrlo, el ingeniero francés propone llevar una verdadera flota de sondas robóticas a las inmediaciones de Apofis y una vez allí desplegar velas solares que, al protegerlo de la radiación solar, cambiarán el curso del asteroide. A diferencia de casi todas las demás propuestas, el proyecto de Jean-Yves Prado no implica ningún tipo de impacto, explosión o empuje sobre el asteroide. El principio de funcionamiento de este plan es mucho más sutil, y se basa en eliminar el llamado efecto Yarkovsky, denominado así en honor a su descubridor, el ingeniero ruso Ivan Osipovich Yarkovsky.
En 1901, Yarkovsky describió en 17 páginas el efecto térmico casi imperceptible que actúa sobre los planetas y pequeños asteroides que orbitan el Sol. Analizando el movimiento de un cometa, Ivan Osipovich notó que actuaban sobre estos cuerpos celestes dos fuerzas contrapuestas: una impulsora, y otra de frenado. Esta fuerza de frenado es directamente proporcional al nivel de radiación solar, e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia. El fenómeno descubierto hace más de 100 años se produce como resultado del calentamiento desigual que sufren los lados de un cuerpo en rotación. Una de ellas absorbe más calor, y lo irradia hacia atrás mientras rota, desequilibrando la órbita del objeto.
Una «sombrilla» para Apofis
Si fuésemos capaces de modificar la cantidad de luz solar que incide sobre Apofis, lograríamos provocar pequeñas pero decisivas alteraciones en su trayectoria. Esto es justamente lo que propone Prado. Las velas solares no harían otra cosa que proporcionar una especie de “sombrilla” a Apofis, que modificaría su trayectoria al disminuir la cantidad de luz solar que incide sobre él. Lo mejor de todo es que la fuerza descubierta por Yarkovsky es más importante en objetos que poseen un tamaño comprendido entre unos pocos y algunos centenares de metros de diámetro, y Apofis se encuentra justo dentro de este rango.
La idea propuesta por el francés implica desplegar al menos cuatro velas solares en las cercanías del asteroide. Para llegar hasta allí se puede aprovechar todo lo aprendido durante las misiones enviadas antes a los cometas, como “Deep Space 1” y “Dawn”. Los especialistas creen que estas velas, dispuestas pocos kilómetros por encima de Apofis, eliminarían el efecto Yarkovsky alterando de este modo, con el tiempo, la órbita del asteroide. Los últimos cálculos afirman que en 2036 el trozo de roca podría pasar a tan solo 29.000 kilómetros de nuestro planeta, una distancia 12 veces menor a la que se encuentra la Luna. Cualquier desviación que ayude a aumentar esa distancia es bienvenida, y si comenzásemos a trabajar hoy mismo, las velas solares podrían iniciar su viaje entre 2016 y 2019. Eso nos daría entre 15 y 20 años de plazo para que estas fuerzas actúen, desviando sensiblemente -esperemos que en la dirección correcta- al asteroide.