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martes, 2 de noviembre de 2010

JESUS SECRETO- 3PARTE



Su nacimiento, vida y milagros están llenos de misterios. Desde posibles avistamientos de ovnis a fenómenos sobrenaturales. Hechos sumamente desconcertantes que no opacan la intensidad del mensaje del Nazareno. Un mensaje que trasciende la muerte, como parece quedar escrito a fuego en el acto mismo de la resurrección. ¿Cómo ocurrió? ¿Y adónde fue Jesús luego de vencer a la muerte? ¿Existe alguna prueba de aquel extraordinario episodio en el sepulcro?

La controversia: Vencer a la muerte

Como vimos anteriormente, luego de su bautismo con Juan el Bautista en el río Jordán, Jesús empieza una etapa importante de predicación. Su fama se extendió rápidamente por toda la región, reuniendo seguidores y conmoviendo conciencias, situación que produjo temor y celos en diversos miembros del sanedrín. Un temor que, como reza la historia, desencadenó la persecución y la ejecución de aquel hombre de túnicas blancas. Pero una historia que fue vencida, pues Jehua Ben Jusef, Jesús, habría resucitado en su propio cuerpo físico luego de haber pasado el más duro de los castigos de su época: los azotes con el temible flagelum romano y la Cruz en el Gólgota.


Pero en 1976, un escritor catalán publicó un bestseller que puso en jaque la fe de más de un cristiano: “Jesús vivió y murió en Cachemira”. El Libro, sumamente documentado y con un sinfín de detalles, expuso la posibilidad de que Jesús no muriera en la Cruz, sino que una vez curado de las heridas causadas por la crucifixión, emprendiera la huida hacia el Este, en busca de las tribus perdidas de Israel. Jesús, supuestamente, habría llegado así a Cachemira, en donde comenzaría una nueva vida y moriría —a edad muy avanzada— de muerte natural. Su tumba se venera hoy en Srinagar, capital de Cachemira.

Sin duda, el Código Da Vinci no fue el primer libro en cuestionar la tesis oficial sobre la vida de Jesús. Desde hace mucho se han venido publicando diversos libros e informes que cuestionan inclusive la resurrección del Maestro. Uno de los hechos claves de su vida y que es mencionado a todas luces en los evangelios.

¿Jesús se casó, vivió y murió longevo en Cachemira?

Personalmente, no comparto la teoría de que Jesús no murió en la Cruz. Y no sólo por fe. Sino por sentido común. Un hombre no podría haber resistido el castigo de los látigos y adicionalmente el suplicio de la cruz. En aquella época se azotaba o se crucificaba a los condenados, pero nunca ambas penas. Y Jesús así lo vivió.

Y de acuerdo a diversos estudiosos, escenas como las de la controvertida película “La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson, no escapan a lo que habría ocurrido en realidad.

Como fuere, Jesús vivió la pena del látigo, a manos de enfurecidos soldados Romanos en la Fortaleza Antonia. Fue golpeado y escupido. Y finalmente crucificado. Era un viernes. Y a las tres de tarde Jesús ya se había expirado. Así lo constató el centurión Cayo Gallo Longinos, al clavarle su hoy famosa lanza en uno de los costados.

Sin embargo, un hecho portentoso ocurrió el domingo. El sepulcro donde se hallaba el cuerpo del amado Maestro, se encontraba vacío. Jesús no estaba. Luego, él mismo se mostró ante sus discípulos, quienes no podían creer el milagro que estaban contemplando. Tomás, tuvo que tocar las heridas de la crucifixión para constatar conmovido que su Maestro había vencido a la muerte. Jesús, había resucitado.

Repasemos los acontecimientos.

Jesús no se hallaba solo en el Gólgota. Se había crucificado a otros dos hombres, ladrones, según los evangelios.


Para evitar que los cuerpos estuviesen aún colgados el día sábado, los romanos aceleraron la muerte de estos hombres rompiéndoles la piernas con un grueso madero, así morirían rápidamente de asfixia al perder el punto de apoyo en esas condiciones. Pretendieron hacer lo mismo con Jesús, pero el Maestro ya había muerto. Por ello Longinos clavó su lanza en su cuerpo, y según cuenta la Biblia de la herida abierta salió sangre y agua, probablemente por haber perforado la Pleura y haber llegado hasta el corazón.

José de Arimatea, un discípulo acaudalado de Jesús, llevó el cuerpo de su Maestro al famoso sepulcro, que era de su propiedad. Y según la tradición envolvió el cuerpo en una tela (Mt 27,59; Mc 15,46; Lc 23,53), un manto de lino de fino tejido y que supuestamente habría comprado a un mercader sirio. Una tela exquisita y que podía resistir el paso del tiempo.

La Biblia cuenta que cuando Pedro entró en el sepulcro y constató que Jesús ya no estaba, vio esta sábana envuelta a un lado (Io 20,7).

Si la historia de aquel manto es genuina, podríamos hallarnos ante una de las reliquias que estuvo en contacto directo con Jesús. Y lo más importante: podría aportar información sobre cómo fueron aquellos momentos perdidos de hace 2,000 años. ¿Es posible?


El Enigma de la Sábana Santa

Continuando con el relato, luego que Jesús se marchara a los cielos —después de haber convivido un tiempo más con sus discípulos— estos tomarían la sábana y la sacarían de Tierra Santa para esconderla. La tradición afirma que Pedro la llevó a Edessa, actual ciudad de Urfa en Turquía. A partir de allí, el lienzo empezaría una verdadera peregrinación, sobreviviendo a saqueos, incendios y demás incidentes.

Ya en Edessa, su primera locación, la sábana, se cuenta, había curado al Rey Abgar, quien debido al milagro se hizo cristiano. Sin embargo, en el año 57, al subir al trono un rey pagano, se decidió esconder el manto al interior de una pared. Y allí estuvo por 400 años.

Sería reencontrada en el año 525. Pero, en el año 944, el ejército bizantino cercó Edessa, y se retiró sólo cuando le entregaron el Mandilión, nombre que se le daba al manto que envolvió a Cristo, pues siempre estaba doblado y sólo se mostraba la débil figura de un rostro humano. El rostro de Jesús, que había quedado impregnado en la sábana cuando ésta le cubrió totalmente en el sepulcro.


Los bizantinos llevaron la Sábana Santa de Edessa a Constantinopla, capital de su imperio. Y de hecho, existen muchas referencias, y muy confiables, de la presencia del lienzo fúnebre de Jesucristo en esa ciudad.

En 1204 los cruzados, que tenían como objetivo liberar de la invasión musulmana los Lugares Santos, fueron los culpables del saqueo de la cristiana Constantinopla. El cruzado Roberto de Cari escribió que en agosto del año 1203 “había visto el lienzo con la imagen del cuerpo de Jesucristo”, y que había desaparecido tras el saqueo de la ciudad.

Más tarde, la sábana apareció en Francia. Y posteriormente fue cedida al ducado de Saboya en Chambéry. Y fue allí, en el año 1532, que se salvó de un pavoroso incendió. Las marcas del siniestro aún pueden verse. Y también los parches que cocieron las monjas clarisas.

Finalmente, Los Saboya, al trasladar su capital a Turín, Italia, en 1578, llevaron allí la Sábana Santa. Desde el año 1694 es custodiada en la capilla que Guarini construyó entre la Catedral y el Palacio Real de Turín.

Desde 1983, la Sábana Santa es propiedad de la Santa Sede, dejada en herencia por Humberto II de Saboya al Papa. En 1997, la Sábana otra vez escapó a un incendio, esta vez, en Turín, en la capilla de Guarini.


Un bombero pudo quebrar con un hacha el vidrio antibalas que protegía el Santo Lienzo y así rescatarlo. Más tarde, el bombero, que no era creyente, explicó que logró hacerlo porque recibió una fuerza especial de lo alto.

¿Se trataba del mismo sudario que envolvió el cuerpo de Jesús 2,000 años atrás?


Las pruebas de lo imposible

Como recordará el lector, la sábana santa adquirió una fuerza extraordinaria en la fe de muchas personas cuando el abogado y fotógrafo aficionado, Secondo Pía, realizó la primera fotografía del lienzo en el año 1898.

Al revelar las placas de su fotografía, el abogado italiano se quedó profundamente conmovido. La imagen en negativo apareció majestuosamente como si fuera una imagen en positivo con extraordinaria claridad y detalle.



Estaba viendo al “Hombre de la Síndone” como un retrato de su cadáver. Así se dio cuenta de que la imagen representada en la tela constituye un auténtico negativo.

Un negativo fotográfico de tamaño natural, por partida doble, hecho no sobre superficies muy pulidas de vidrio, como los que tenía él, sino sobre un antiguo tejido de lino.

Y lo más inquietante, se veía con total detalle las marcas de unos látigos, una herida en el costado, y las huellas de unos clavos en las muñecas y en los pies.

¿Las marcas de la pasión de Cristo?

Como era de esperarse, una selección de los más destacados científicos se lanzaron a estudiar el lienzo.

Se dijo que era una pintura medieval o renacentista. Por tanto, un fraude. Teoría que fue fortalecida ante una prueba del carbono radiactivo, y que la situaba cerca del siglo XIV y no hace 2,000 años.

Sin embargo, nuevos estudios indican que la prueba fue manipulada, pues todo el estudio se hizo sobre una única muestra, y que aparentemente, no correspondía a la sábana, sino a los parches que las monjas clarisas de Chambery habían cocido sobre el manto luego del incendio de 1532…