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martes, 2 de noviembre de 2010

JESUS SECRETO-1 PARTE


Su vida marcó la historia. Y su mensaje desafió al tiempo. Jesús de Nazaret, fue sin duda, uno de los hombres más misteriosos de la historia. Desde sus asombrosos poderes, como cesar tormentas, caminar sobre el agua o devolverle la vida a los muertos, a la increíble sabiduría que ostentaba, aquel hombre de túnicas blancas no dejaba de sorprender. Muchos le amaron y siguieron. Pero otros vieron en él a un peligroso agitador que ponía en jaque doctrinas que se insinuaban más humanas que divinas.

Por ello Jesús terminó en la cruz.

Pero, más allá de la historia oficial que se desprende de los evangelios, quién fue realmente Jesús. Por qué vino. En qué consistió su misión.

En este breve artículo, presentaremos una síntesis de los enigmas que encierra el hombre más amado de todos los tiempos.

Un nacimiento predestinado

Todo así lo señala. Desde antes de su nacimiento, encontramos una serie de hechos extraños que hablan de una programación. De un plan orquestado por fuerzas superiores para que aquel niño viniese al mundo.

Prueba de ello es la elección de María como madre de Jesús. De acuerdo a los textos apócrifos, que no son aceptados oficialmente por la Iglesia Católica, sus padres, Joaquín y Ana, eran estériles. Sin embargo concibieron a la niña que más tarde quedaría también embarazada bajo circunstancias misteriosas para dar luz a Jesús.


Desde luego, María —o “Miriam”, en hebreo—, era un ser especial. De acuerdo a diversos estudiosos, desde muy joven tuvo una gran religiosidad y vida mística. Alrededor de los 14 años habría tenido a Jesús, y lejos del concepto de aquella mujer blanca de cabellos rubios y ojos azules, realmente habría sido una mujer del tipo palestino, con cabello negro y tez bronceada.

Y como decíamos, el nacimiento de Jesús se mostraba planeado hasta el más mínimo detalle. Por ello la aparición de aquel “visitante de luz” a María, identificado como el Arcángel Gabriel, quien le anuncia que está embarazada y hasta le sugiere el nombre del niño: Jesús. Un nombre que, como todos sabemos, significa “salvador” o “el que salva”. Es decir, desde antes del nacimiento, la misión de Jesús ya había sido establecida.

Y su nacimiento, como era de esperarse, ocurrió también bajo condiciones extrañas.

Muchos estudiosos coinciden en que este habría ocurrido en una gruta camino a Belén y no en un pesebre a campo abierto, una idea posterior que se acuñó a la fe cristiana. Y aunque los evangelios canónicos no ofrecen mayor detalle del nacimiento, los evangelios apócrifos sí aportan algunas escenas de tan importante momento. Quizá, la más resaltante es la descripción de una nube luminosa que se posa sobre la caverna donde se hallaba María. Y la sorpresa de José al ver cómo el tiempo se detenía, al punto de contemplar a las aves en pleno vuelo “estacionadas” en el cielo, como si “algo” o “alguien” hubiesen paralizado aquel momento.

Aquellas nubes luminosas, o carros de fuego, se mencionan más de una vez en la Biblia que todos conocemos. Sin duda, hay más de una interpretación. Pero no pocos estudiosos asocian estas apariciones con los vehículos de los ángeles. ¿Eran ellos quienes asistían desde aquella extraña nube el nacimiento de Jesús?

Los Carros de Fuego

Es imperante hacer un aparte: ¿Lo ángeles de Dios necesitan de vehículos para llegar a la Tierra? ¿Quiénes eran realmente aquellos visitantes? ¿Por qué estaban tan atentos al nacimiento de Jesús?

Desde la nube que acompañó a Moisés en la liberación del pueblo hebreo, al arrebato de Elías por una carroza de fuego, a la visión de Ezequiel e, inclusive, la mismísima estrella de Belén, que se mueve y se detiene en el cielo, la Biblia aporta diversas referencias a estos vehículos celestes. Como es natural de esperarse, cualquier alusión a ovnis en la Biblia, enoja a algunos estudiosos bíblicos.


Y he dicho bien, algunos, no todos. Por ejemplo, Monseñor Corrado Balducci, miembro de la Curia Vaticana, y amigo personal del difunto Papa Juan Pablo II, aseguró que a los católicos no debería repugnar la idea de que los ángeles en carros de fuego que se mencionan en la Biblia, podrían ser civilizaciones extraterrestres que nos visitaron en el pasado. Hoy en día, sus declaraciones no constituyen ningún secreto.

Por ejemplo, un caso típico de un posible avistamiento ovni en la Biblia lo encontramos en la “visión” del profeta Ezequiel.

Sentado junto al río Kebar, en Babilonia, Ezequiel vio a lo lejos un “torbellino” aproximándose; aquel fenómeno misterioso, de pronto, se convirtió en una nube de fuego que luego aterrizó con gran estruendo.

El personaje bíblico se encontraba ahora frente a un vehículo deslumbrante que le parecía estar compuesto de ruedas, alas y criaturas vivientes. También llevaba un trono, sobre el cual iba sentada una “silueta de forma humana”.


Para Josef F. Blumrich, ingeniero técnico de la NASA, hablar de un ovni frente al profeta era una tontería. Y se aprestó a demostrarlo. Sin embargo, su estudio de la visión reveló que efectivamente el profeta había descrito, con término de la época, un concreto objeto físico, que guardaba coherencia en su estructura.


Observe y juzgue esta imagen (ver figura) que de acuerdo al estudio de Josef Blumrich, sería lo que realmente vio Ezequiel. Y subrayo, que no era un “perico de los palotes”. Además de sus credenciales como ingeniero de la NASA, desempeñó un papel importante en la creación del Skylab y el trasbordador espacial, y por si fuera poco, tuvo la rara distinción de que en 1972 se le concediera la medalla de servicios excepcionales de la NASA por su extraordinaria aportación a los proyectos Saturno y Apolo.

Volviendo al nacimiento de Jesús, para mí el ovni más inquietante que se halla en la Biblia no sería otra cosa más que la llamada estrella de Belén, aquella luz que guió a los misteriosos reyes magos a Jesús.

¿Fue realmente un objeto volador no identificado?
¿Una señal astrológica?
¿Un cometa?
¿Un mito?
¿O el signo inequívoco del nacimiento del Mesías?


La Estrella de Belén

La estrella de Belén es uno de los hechos sobrenaturales que encontramos en la vida de Jesús. Se trataba de un objeto luminoso que guió a tres misteriosos reyes magos al lugar donde se encontraba el Mesías.


En la Biblia, se describe como una estrella que se mueve en el cielo, y que se detiene en el preciso lugar donde se hallaba el enviado. Todos sabemos que en realidad no se podría tratar de una estrella. Los soles no se mueven describiendo rápidas y largas trayectorias en el cielo, y más aún, deteniéndose a voluntad como describen los evangelios. Fue así que en el Siglo XVII el astrónomo Alemán Kepler propuso la teoría de la conjunción estelar entre Júpiter y Saturno para explicar el enigma.

Esta conjunción ocurrió tres veces en el año 7 antes de Cristo.


Asumiendo que los tres Reyes Magos fuesen astrólogos, esta teoría adquiere fuerza. Júpiter y Saturno representan al “Instructor” y “El Tiempo”. Es decir, la alineación de aquellos planetas sostenía la profecía de la llegada de un enviado, de un señor y maestro del tiempo.

Esta conjunción, además, podría señalar el nacimiento de Cristo siete años antes de lo que se supone.

La explicación la encontramos en dos errores históricos que afectaron nuestro calendario.


El primero, se cometió cuando el emperador Carlomagno dispuso la modificación del calendario con el fin de no tomar como referencia la fundación de Roma, sino el nacimiento del Jesús, fecha que hizo coincidir con la muerte de Herodes el Grande, siendo que ésta, en realidad, tuvo lugar cuatro años después que Jesús llegase al mundo.

El segundo error data de la época del Papa Gregorio. En este caso el calendario sería modificado sin tener en cuenta el censo que Octavio Augusto mandara a realizar en Judea, por lo cual se añadieron tres años a la ya desfasada fecha.


Esto quiere decir, que no estamos en el año 2006, sino en el 2013.

Y Jesús, tampoco nació en diciembre.

Está demostrado que en el 25 de diciembre se celebraba en Roma la fiesta pagana del Sol, o Sol Invictus, ocasión en que se hacían regalos a los niños y se decoraban los árboles. Al convertirse el imperio romano al cristianismo, para no perder la costumbre de celebrar esa fecha y al desconocer el día exacto del nacimiento de Jesús, se fundieron las costumbres.

Jesús, además, no podía haber nacido en diciembre, pues en ese mes la antigua Palestina es muy fría como para sacar a los rebaños a pastar, tal como lo sostienen los evangelios.

¿Entonces cuál es la fecha correcta?

Supuestamente, Jesús debería haber nacido el 19 de marzo del año 7 antes de nuestra Era. La conjunción más importante ocurrió en aquella fecha, y así está registrada en la antigua escuela astronómica de Sipar en Babilonia. Y sin duda, aquel mes es un momento más propicio para sacar a pastar al ganado.

Como fuere, independientemente de la conjunción, hay otras teorías para la estrella de Belén. Desde una supernova —no hace falta analizar este argumento tan peregrino— a un avistamiento ovni, pues aquel objeto luminoso se mueve y se detiene en el cielo. Pero, ¿quién volaba en aquella época?

Lo cierto es que algo extraordinario ocurrió, y marcaba el nacimiento de un enviado del cielo.

Un enviado, que muchos aguardaban. Desde los Esenios de Qumran hasta los misteriosos Reyes Magos, que no pocos identifican como emisarios de la legendaria Hermandad Blanca.


Los años perdidos, sus preparación

Hay muchos pasajes ocultos sobre la vida de Jesús. Uno de ellos es la poca información que existe sobre sus denominados años perdidos. Una etapa secreta de su vida que ha disparado las más diversas hipótesis. ¿Dónde estuvo Jesús todo ese tiempo? ¿Fue así como aprendió sus extraordinarios poderes? Personalmente, considero que Jesús ya traía esas capacidades. Y con el tiempo, en la medida que fue comprendiendo y conociendo detalles de su Misión, adquirió la sabiduría necesaria para controlar sus facultades. Hechos extraordinarios como cesar tormentas, caminar sobre al agua o devolverle la vista a un ciego.

Pero tan impresionante como sus milagros, era su sencilla y profunda enseñanza espiritual. Conocía perfectamente los Salmos y las profecías del Antiguo Testamento. Dominaba varios idiomas y conocía perfectamente el sentimiento humano, sus dolencias y sus grandezas. Y aunque generalmente enseñaba en Parábolas, los propios evangelios citan que Jesús compartía sus conocimientos a los apóstoles en otro lenguaje más rico en detalles. Todos estos puntos han sugerido que el Enviado habría pasado por un proceso de preparación.


Un episodio desconocido de su vida que abarca desde sus 12 años a los 30 en que inicia su ministerio público. Si fue así, ¿cómo se preparó? ¿Dónde estuvo todos esos años…?

Algunos estudiosos hablan de lugares tan distintos como Persia o Tibet. Y no pocos investigadores defendieron que una visita a México y Sudamérica. Desde luego, todas estas tesis son difíciles de constatar. Y por otra parte, la visión conservadora de la Iglesia sostiene que no hay mayores misterios: Jesús estuvo al lado de sus padres todo ese tiempo ejerciendo el oficio de carpintero.

Lo cierto es que donde fuere que haya estado Jesús, adquirió el conocimiento necesario para fortalecerse en su Misión. Una misión que, como se desprende del significado de su nombre, era salvar al hombre. Una tarea que se vio en su propio ejemplo de vida.

El mayor secreto de sus poderes y milagros, fue sin duda aquella fuerza que denominamos FE, y que de acuerdo al Maestro, si reuniéramos esa fuerza o energía, con el mismo volumen de un grano de mostaza, podríamos desplazar montañas. Hoy en día ese ejemplo no es tan alegórico. La moderna física cuántica abre un mar de posibilidades ante la influencia del pensamiento humano en el mundo que nos rodea. Cómo lo sutil puede afectar la materia más densa, y manipularla a voluntad.

La fe, de acuerdo a la Biblia, es la convicción de lo que no se ve. Y Jesús enseñó que no es un acto irracional. La fe verdadera se sustenta en el conocimiento. Y el Maestro tenía esa información.

De acuerdo a la información que manejamos, Jesús habría realizado un largo viaje tras la huella de las tribus perdidas de Israel. Y esa, es otra historia.