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miércoles, 22 de diciembre de 2010

NO SABEN , NO COTESTAN".-



EL DOSSIER OVNI DEL MINISTERIO DE DEFENSA

"NO SABEN, NO CONTESTAN"
LA ODISEA DE UNA ENCUESTA (SEMI) OFICIAL

Por Alejandro Agostinelli

En 1991, un grupo de científicos y militares impulsado por el Ministerio de Defensa inició una investigación sobre los informes OVNI denunciados en la localidad entrerriana de Victoria y otras zonas de la Argentina. El proyecto finalizó en 1997, pero sus conclusiones aún se mantienen en secreto. Hoy, su historia sólo puede ser reconstruida a partir de filtraciones y furtivas entrevistas con miembros del grupo que luego dirán que ellos no hablaron.

ANTES DE JULIO DE 1991, el cerro Uritorco, en Capilla del Monte, Córdoba, monopolizaba la atención de los aficionados a los OVNIs. Después de esa fecha, el foco de interés se desplazó a la ciudad de Victoria, provincia de Entre Ríos, situada a 330 kilómetros de Buenos Aires. Un paraje con su encanto, pero sin la tradición ufológica que poseían las sierras cordobesas. En poco tiempo, habitantes, turistas y ufólogos en vigilia denunciaron desde avistamientos comunes y silvestres hasta espeluznantes encontronazos con humanoides, desde historias de rapto hasta sorprendentes relatos de teleportación.
La versión según la cual un anónimo grupo cívico-militar "realizaba operaciones" en el lugar emergía en un contexto fántastico. Por aquellos días, una oleada de rumores comenzó a proliferar como corros de brujas: el 17 de Setiembre, por ejemplo, el principal medio gráfico del país, el diario Clarín, publicó que un periodista local vio a "técnicos de la NASA" entrevistando testigos. Mientras tanto, algunos ufólogos hablaban de helicópteros negros que sobrevolaban el Delta del Paraná y otros denunciaban bases subacuáticas de Entidades Biológicas Extraterrestres (EBE's). Desde la ciudad de Rosario, un tal Eduardo Fuentealva, editor del periódico Zona Prohibida, aseguraba que en Gualeguaychú, cerca de Victoria, habían caído cinco naves alienígenas. Gendarmería Nacional -advirtió- había cercado el área porque estaba "infectada de Grises". El mismo ufólogo mencionaba la presencia de antenas parabólicas misteriosas, vehículos sin identificación con parabrisas polarizados, servicios de inteligencia comprando el silencio de los testigos, cañones láser apuntando al refugio de los EBE's

Lo malo no era que, en franco ejercicio de su libertad de expresión, alguien hiciera estas declaraciones; lo grave era que hubiese un auditorio dispuesto a aceptarlas. De hecho, por aquellos días, los integrantes del grupo evangélico-contactista Radar-1 anunciaban a quienes quisieran escucharlos que se preparaban para "defenderse de un inminente ataque de los Grises". Y en la misma ciudad de Victoria, Guillermo Romeu, el ahora difunto líder de aquel grupo platillista, daba pruebas de la seriedad con que se tomaba sus creencias exhibiéndose con armas de grueso calibre.

Así, aquel apacible paisaje mesopotámico, que hasta entonces sólo era conocido por sus siete colinas y su cordial abadía benedictina, acababa de convertirse en el nuevo santuario platillista nacional. Y el efecto bola de nieve se volvió imparable. Por eso, cuando trascendió que aquel "misterioso grupo cívico-militar" iba a rastrear el fondo de la Laguna del Pescado, escenario privilegiado de los fenómenos de Victoria, las suspicacias se tornaron inevitables.

LEJOS DEL RUIDO
Pero aquellos rumores eran ciertos. Desde 1991, Victoria había comenzado a ser visitada por investigadores civiles y militares empleados en áreas oficiales, algunos de los cuales formaban parte del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), un organismo dependiente del Ministerio de Defensa.


Vista aérea de las importantes instalaciones del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), en Villa Martelli, Pcia. de Buenos Aires. Fuente: http://www.citefa.gov.ar/
La confirmación sobre la existencia del llamado Grupo de Trabajo corrió por cuenta del capitán de fragata (RE) Daniel Alberto Perissé en Diciembre de 1991, durante un congreso ufológico celebrado en la ciudad santafesina de San Lorenzo. En aquella ocasión, Perissé -uno de los militares cuya biografía está más imbricada con la historia de la ufología argentina- admitió que él mismo estaba entre sus miembros más activos. Testigo central de los avistamientos en la Base Naval de la isla Decepción en 1965, desde entonces investigó centenares de casos, tanto mientras acompañó al capitán Omar Roque Pagani en la División OVNI de la Armada Argentina como cuando colaboró apasionadamente con distintos grupos ufológicos. Retirado de la Marina en 1985, hasta 1988 formó parte de la Comisión de Investigaciones Ufológicas (CIU), el mismo grupo que integraba el autor de estas líneas. Nadie mejor que él, entonces, para dar detalles sobre aquella singular iniciativa. Pero, tras recibir un tirón de orejas oficial por su infidencia en San Lorenzo, no volvió a abordar el tema.
Así, por otras vías, supimos que el presidente del grupo era el comodoro (RE) Juan Carlos Mascietti, en cuya foja de servicios constaba haber sido jefe de Planeamiento del Estado Mayor Conjunto durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín y secretario general del CITEFA. Desde el principio, el Grupo optó por el "perfil bajo". La contraparte civil era liderada por el espeleólogo Julio Goyén Aguado, recordado por sus exploraciones en la cueva de los Tayos, Ecuador, con el astronauta Neil Armstrong. Goyén, presidente del Centro Argentino de Espelología (CAE), justificaba su mutismo alegando que "todavía no había nada para decir".
En 1996, el comodoro Mascietti, derrotado por la insistencia del autor de estas líneas, aceptó dar un breve -y único- reportaje. Así, para la revista Descubrir, explicaba: "Actuamos con prudencia porque no nos interesa meternos en el ruido. Además, debemos proteger la privacidad de científicos que no están interesados en ver su nombre en letras de molde. Tampoco, por las características de este trabajo, queremos contaminar ni ser contaminados".
En un intervalo del Congreso sobre OVNIs de San Lorenzo, (San Lorenzo, Santa Fe, 1991), el Capitán Perissé dialoga con Alejandro Agostinelli. En segundo plano caminan Juan Carlos Spadafora y Javier Stagnaro. (Foto: Rubén Morales)

Si bien Mascietti admitió que poseían un "aval informal" de las Fuerzas Armadas (consistente en su mayor parte de elementos logísticos), esperaba que de un momento a otro el Ministerio de Defensa oficializara el Grupo, para lo cual "no contaban con la simpatía de las autoridades militares, pero con poco consenso a nivel político. No era para menos: por aquellos años gobernaba Carlos Saúl Menem, recordado por sus brutales índices de corrupción. Esa administración podía permitirse cualquier lujo, menos que se dijera que había autorizado presupuesto para investigar platos voladores.
Cauteloso y midiendo cada palabra, Mascietti declinó dar su opinión personal sobre los OVNIs. De paso, me rogó que no confundiera a su gente con un grupo ufológico más: "Aquí se comparten unos pocos criterios: 1) nuestro compromiso de no revelar opiniones personales; 2), que debemos ser escépticos y 3), que hay ciertos fenómenos que deben ser explicados." Y finalizó con una definición servida como para titular: "Antes que ufólogos, somos científicos que estamos buscando la verdad."
Si tal era el caso, la siguiente pregunta debía apuntar al corazón del hermetismo: "¿No cree que un exceso de 'secretismo' confirma o potencia las ideas conspirativas a la que son propensos ciertos ufólogos?", le pregunté. "Vea, eso nos tiene sin cuidado -contestó Mascietti-. Por ahora, nuestra actividad es extraoficial, y costeamos los pocos gastos que esto nos insume de nuestros propios bolsillos. Si no hablamos es sencillamente porque no tenemos nada que informar."
La informalidad alegada por Mascietti se contradecía con el argumento que daba alguno de sus compañeros civiles para no dar entrevistas: "El protocolo del proyecto -dijo uno de ellos- nos exigió firmar un 'convenio de confidencialidad' y, según el contrato, el dueño de la investigación es el Ministerio de Defensa." El mismo profesional justificó los dichos de Mascietti (en el sentido de que "los gastos salían de sus bolsillos") por la posición que ocupaba y por los magros sueldos del Estado.
Durante años, el Grupo de Trabajo -integrado por un químico, un matemático, un geólogo y un psicólogo forense, docentes en la Universidad de Buenos Aires o investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)- celebró discretas reuniones semanales en dependencias del CITEFA. La mayoría de ellos tenía en común su amistad con Goyén Aguado, alma mater del grupo, y su temor a ser "escrachados" por la prensa. Esa alergia a la publicidad también obececía a otras razones: cualquier publicación inoportuna podía trabar la oficialización.

Las actividades del grupo no se limitaron a Victoria. En 1995, sus integrantes investigaron el llamado "caso Bariloche" (el sonado encuentro aéreo protagonizado por el comandante de Aerolíneas Argentinas, Jorge Polanco) y recogieron el testimonio de las observaciones denunciadas en Laguna Setúbal (Santa Fe), donde algunos ufólogos alertaron sobre las incursiones de unos misteriosos helicópteros negros (en realidad, unidades adaptadas para vuelos nocturnos que la Fuerza Aérea Argentina había comprado a la USAF para luchar contra el narcotráfico). Entrevistaron a testigos en Capilla del Monte (Córdoba), en Navarro (Buenos Aires) y se interesaron en la caída de un objeto, seguido de una explosión, en la provincia de Salta, un aún misterioso suceso ocurrido el 17 de agosto de 1995.
Todas estas encuestas fueron solventadas con el apoyo financiero del Ministerio de Defensa, personal rentado del CONICET y el apoyo logístico de la Gendarmería Nacional. La colaboración que prestó a título informal este último organismo merece una explicación aparte: tiempo atrás, Goyén Aguado había contribuido a crear un departamento espeleológico en Gendarmería. Así, a Goyén Aguado (quien recibía de ese organismo un sueldo simbólico) le resultaba sencillo obtener permisos especiales para que los miembros del grupo pudieran pernoctar en pabellones militares o se les facilitara equipos. Goyén fue quien se ocupó -a pedido de Mascietti- de reunir al personal científico. Fue sencillo: reclutó al mismo staff que colaboraba con él en el Centro Argentino de Espeleología.

SECRETOS EN DEFENSA
La oficialización del Grupo que, si las cosas salían como estaban previstas, iba a llamarse Comisión de Estudios de Fenómenos Espaciales (CEFE) o Comisión Nacional Investigadora de Fenómenos Anómalos (CNIFA), nunca se concretó. Cuando se estaba por cumplir el plazo de cinco años que Mascietti se había propuesto para ofrecer un balance público de los estudios, una serie hechos (dos de ellos trágicos) fueron retrasando hasta prácticamente paralizar la iniciativa: el capitán Perissé, uno de los puntales del grupo, enferma gravemente; el comodoro Mascietti deja Buenos Aires con destino incierto y, ya en el 2000, Goyén Aguado pierde la vida en un dramático accidente. La desaparición de Goyén fue -por muchas razones- una pérdida irreparable. En el caso del Grupo de Trabajo, algunos integrantes admiten que su empuje es irremplazable.

Tras la dolencia que alejó a Perissé, sin duda quien poseía más experiencia y conocimientos sobre el tema, el grupo sumó a otros ufólogos. Algunos juran que jamás revelarán lo que saben (que no debe ser mucho) por un pacto de amistad con Goyén Aguado y sus compañeros. Otros, en cambio, custodian presuntos secretos con la misma cerrazón que se le suele atribuir a los militares, confirmando que no existe mayor "conspirador del silencio" que un ufólogo bajo el ala de una autoridad oficial.

Este culto al secretismo, en un grupo que además estaba integrado por civiles, era toda una novedad. "Las esferas de seguridad argentinas ­escribió el doctor Oscar A. Galíndez en Los OVNIS ante la ciencia, publicado en 1971- abordan al fenómeno con mayor franqueza que en otros países del orbe". Galíndez, pionero de la ufología científica nacional, se refería así a la actitud de las Fuerzas Armadas ante los informes sobre OVNIs, donde los encargados del dossier hablaban sin protocolo sobre sus investigaciones. El capitán Pagani, por ejemplo, escribía columnas sobre el tema en la prensa, colaboraba con organismos ufológicos y mantenía un diálogo franco con sus colegas civiles. Pero aquellos tiempos habían quedado lejos, demasiado lejos: los '90 eran los años de la paranoia, por lo que había que actuar en consecuencia.

Aún así, el autor estableció que, en 1997, el equipo científico del grupo, por el CONICET, y el comodoro Mascietti, por el CITEFA, acudieron al Ministerio de Defensa para entregar un informe de unos 300 folios al entonces secretario de Asuntos Militares (y actual viceministro) del Ministerio Defensa, licenciado Jorge Pereyra De Olazabal, en presencia de representantes de las tres armas. Del contenido de ese expediente sólo recabamos que el proyecto habría determinado la existencia de "fenómenos no identificados que dejan efectos físicos comprobables". Aún así, el informe aclararía que "esto no arroja evidencia sobre la naturaleza de estos fenómenos, que permanecen sin explicación". Si se llegara a confirmar que éstas fueron las conclusiones, es curioso que el Ministerio no hubiera alentado estudios ulteriores ni volviera a convocar al grupo.

Ahora, el actual presidente del CITEFA, general brigadier Máximo Julio Abbate, y el licenciado Pereyra De Olazabal, tienen la palabra: esta "versión no autorizada" de los hechos (sin dudas tan subjetiva como llena de lagunas) sugiere que viene siendo hora de contar la "historia oficial". No sería justo que el dossier siga durmiendo en un despacho oficial.